domingo, 8 de septiembre de 2013

Solo, llegas antes; acompañado, más lejos.


Un batallón se desplaza lenta y pesadamente, en silencio, sobre una estepa nevada...

Un soldado camina junto a sus compañeros. Intenta seguir el paso, a veces se queda atrás. Tiene un herida sangrante desde la última batalla, que logra contener apretándose con un puño.

Algunos compañeros, que le conocen bien, no le quitan ojo de encima. Saben lo que ocurre. Varios le preguntan que si está bien. Y él asiente con la cabeza, les sonríe. Todos vuelven a sus puestos.

Pero la marcha acaba haciéndose insoportable para este soldado y, en un momento dado, cae de rodillas al suelo, sujetándose esa herida, llorando, susurrando 'No puedo más, no puedo seguir, no puedo más...'.

Se siente desfallecer.

Casi no llega a tocar el suelo, cuando ya está rodeado. Un amigo, el más querido, le coge por debajo de las axilas y lo levanta. 'Vamos, vamos, yo te ayudo'. Otros más llegan, le abren la casaca. Le desabrochan con rapidez la camisa, ven enseguida su herida, porque ya saben dónde está... entre todos consiguen taponarla, y ya no sangra. Duele cuando la taponan, pero ya no sangra. Nadie sabe cuándo va a cicatrizar del todo, pero... es que eso es así. El soldado llora de emoción entre los muchos abrazos, palabras de ánimo. Sabe que no está solo, y sabe que no tiene que soportar en silencio su dolor.

Y con fuerzas renovadas, y la mirada limpia, que para eso sirven las lágrimas, sigue caminando, con paso decidido.



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Dedicado a mis soldad@s, conocidos y anónimos, por salir al quite sin dudar. Porque sin duda alguna el dolor que más duele es el que se sufre en silencio, el que puede parecer nimio. No lo olvidaré nunca, las lecciones enseñadas tampoco.

jueves, 5 de septiembre de 2013

El duelo: un viaje que no sabes cuándo termina

No tenía la expectativa de que esto fuera a durar un tiempo determinado, la verdad. La experiencia de las diferentes mujeres que han sufrido una pérdida (o varias) y de las cuales he estado más cerca, me decía que no era cuestión de días, ni de semanas, y que el proceso, cómo no, es distinto en cada persona.

Han pasado ya casi cuatro meses... y siento la necesidad de escribir esto por varios motivos.

Han pasado cuatro meses, y no estoy bien. Tengo días buenos, pero también tengo días horribles.

Cuando ocurrió todo, y cuando lo conté, siento que estaba inmersa en el proceso, y que vivir la pérdida de una forma fisiológica me dio una fuerza y una claridad de ideas inequívoca. Pero mi error entonces fue pensar que, como me parecía que lo había 'encajado' bien, el duelo no sería un proceso farragoso. Repito, me equivoqué. Supongo que fue tanto como asumir que una mujer que de a luz de forma natural no va a tener depresión posparto. Una memez. Y necesitaba decirlo en voz alta para que nadie se crea que por tener una buena experiencia en cuanto a lo meramente físico en una pérdida, está todo hecho. Ni mucho menos.

Mi recuperación física fue espectacular. Pero el 'puerperio vacío' me devolvió todos los miedos que mis pequeños habían conseguido alejar y otros pocos más, y ahí andamos, viendo quién gana la batalla. De momento, ganan ellos.

Otro motivo para escribir esto son dos necesidades: la de pedir perdón por mis muchos silencios, o ausencias que hay quien no pueda comprender, y sobre todo, la de agradecer (porque creo que no lo hago lo suficiente) a las personas que más me han ayudado en este tiempo. A las personas que no han dado por sentado que YA han pasado cuatro meses y debo estar fenomenal; a esas personas, las mismas, que cuando me ven, o hablamos, y me abrazan, se atreven a mirarme a los ojos y preguntarme 'Y tú? Cómo estás TÚ?', y la emoción me embarga hasta las lágrimas, de lo cerca que les siento de mi corazón.

Son muy pocas personas, pero si leen esto, y creo que lo harán, necesito deciros, aquí, en mi lugar de desahogo, GRACIAS, y OS QUIERO MUCHO. Ojalá hubiera más personas como vosotr@s en este mundo. Uno se da cuenta que no son personas al azar, son personas que tienen en común dos cosas: quererte mucho, y comprender, por haber vivido en carne propia o muy cerca, lo que es esto. Ojalá pueda devolveros siempre a razón de lo recibido.