miércoles, 11 de diciembre de 2013

Hiperemesis: strike 2

Han pasado muchas cosas en estos últimos meses...

Curiosamente, cuando escribí mi última entrada, uno de esos apoyos que me estaba dando aliento, sin yo querer darme cuenta, era mi nuevo hijo desde mi vientre.

Así es. Estoy embarazada de nuevo :)
El día que escribí aquello, me venían lágrimas a los ojos. Que achacaba sólo a la emoción de sentirme tan apoyada en un mal momento; pero, en el fondo de mi ser, SABÍA que había algo más. Sólo que no me atrevía ni siquiera imaginarlo. No podía creer que pudiera tener tanta suerte...

Ese día fuimos a una reunión con unos amigos. Y yo me sentía extraña. Como si no estuviera sola... y efectivamente no lo estaba. Por la noche, estaba espídica. Sentía una agitación extraña, estaba super alegre... recordando tantas lecciones aprendidas en los últimos tiempos. Y de repente sentí la necesidad urgente de terminar una cosa. Tenemos un lienzo, donde pensábamos plasmar nuestras huellas junto con las de Mateo. Pero Mateo las había plasmado allí hacía mas de un año y nunca encontramos el momento para acabarlo. Sentí que quería 'completarlo', poner mis manos, las de Fran, y, sobretodo, plasmar la presencia de nuestros bebés de agua... cuando Mateo se durmió nos pusimos a la tarea, y cuando acabé de pintar mis 'dos estrellitas'... qué sensación de paz. Oía casi una voz que me decía 'ahora sí'. Pero esa voz no era mía... Y al día siguiente por fin me atreví a coger un test de embarazo y salir de dudas. Y allí tenía me respuesta.

Eso me ha demostrado, una vez más, que no hay existencia tan pequeña que no se deje sentir, ni voz tan pequeña que no se haga oir... :)

Intenté no entrar en pánico en los primeros días, y aunque creo que no lo hice, verdaderamente no se me pegaba la camisa al cuerpo. Y esta vez ya no tuve ganas de compartir tan temprano la noticia.

Las semanas 4 y 5 fueron muy tranquilas. Aunque me mirase las bragas cada cuarto de hora...

Y se acabó la tranquilidad.

En la semana 6 empecé a sentir náuseas. Leves, al principio. Las controlaba descansando, comiendo, chupando algún caramelo de jengibre. Empecé a comer y beber menos.

En la semana 7 empecé a vomitar. Una vez al día. Después ya fueron dos. Tres... cada vez comía menos. Por las mañanas, nada. Primera visita a urgencias, por los vómitos, con ataque de pánico. Era 7+5, igual que cuando perdimos a los mellizos... esta vez sólo había uno, pero latía. Latía. Primperán recetado.

En la semana 8, ni primperán ni primperón, ya vomitaba 4 veces al día. Casi todas por la mañana, y en ayunas. Alguna (más) por las noches.

Y aquí ya puse rodilla en tierra, viendo que mi temida pesadilla se hacía realidad. Pasaba la mañana en cama, desfallecida de vomitar y de debilidad, y dormía. Mi marido tuvo que empezar a llevar solo el niño al cole, y volver al mediodía para recogerle y darle de comer. Yo enclaustrada en la habitación, porque cualquier olor de comida me ponía malísima. El agua me sabía fatal, y bebía poquísimo. El momento de decirle por fin a Mateo que teníamos de nuevo otro bebé en la barriga, y que por eso estaba así. Que cuando estaba él en mi barriga también me había pasado. Que era 'normal', que les pasa a algunas mamás, y que los bebés no tienen la culpa; es sólo que a veces los cuerpos de las mamás no se adaptan bien. Que sintiéndolo con todo mi corazón iba a pasar un tiempecito en el que mamá no podría acompañarle a la escuela, ni hacer de comer, ni jugar con él... calendario en mano, para que pudiera hacerse una idea del tiempo. Cuántas lágrimas, de ambos, de la impotencia ante tantas situaciones...

Esta vez decidí pedir ayuda, llamado al que gracias a Dios contestaron mi madre y mi suegra con prontitud. Hicieron todo mucho más fácil: tener comida lista, alguien que hacer compra, ayudar con la intendencia de la casa, un apoyo inestimable para con Mateo, para que no se sintiera tan solo... qué habría sido de nosotros sin las abuelas.

A mitad de la semana 8, con 10 kilos perdidos, y un día de 5 vomitonas seguidas, decido que es buena hora de volver a urgencias. Siento los primeros bocados de la deshidratación y pienso que si quizá voy antes que fui con Mateo, lo podamos atajar antes. Me dejan ingresada cinco días. Sueros, medicación, ayuno... y lo que implica la estancia en el hospital. Sobre todo, la separación de Mateo. Que puso todo todito de su parte, mi corazón... pero sé que pasó ratos muy durillos.

El suero me rehidrata, pero la medicación  no me hace gran cosa para el vómito, porque sigo con una media de 3 al día... eso sí, cuando llego a casa compruebo que ya no puedo dejar la ranitidina porque, si no, vomito fuego, literalmente. La semana 9, el climax... ahí la desesperación me lleva al recuerdo del embarazo de Mateo, de sentirme en una odiosa montaña rusa, que pido a gritos que alguien pare y nadie me oye. Afortunadamente, tengo el amor de mi marido, de mi hijo, de mi madre y de mi suegra, y todos sus cuidados para que sólo me preocupe de descansar todo lo que pueda...

Como en el hospital parecía que aceptaba caldos y purés de verdura sin vomitarlos, los dos últimos días, pues luego en casa pasan a ser mi dieta fundamental. Mi hermana me sugiere que complemente con batidos de esos de farmacia para estados carenciales, y parece que me funciona. Mi única fruta, la manzana asada..

Todo sigue más o menos igual las siguientes semanas. Bajo de vomitar 4 veces a 3, y por las tardes voy encontrándome mejor. Lo que quiere decir que tengo el humor y el cuerpo suficiente para levantarme de la cama y compartir espacio con mis seres queridos y hablar con ellos. Incluso para contestar alguna llamada de teléfono (porque hablar mucho rato también me revuelve...). Sigo todo el día en pijama porque no, no tengo fuerzas para salir a dar esos 'paseítos' que la gente que no me ha visto tan ingenuamente me recomienda. La gente que no entiende que, cuando te sientes así, no son sólo los olores y los sabores lo que te produce repulsión, sino fundamentalemente el MOVIMIENTO. A veces, tan sólo el movimiento de los ojos. Abrirlos, al despertarte y salir disparada al baño. Hacer el mínimo gesto de incorporarte, o cambiar de postura, toser, o estornudar...

Cuando vomitas tantísimas veces, DIARIAMENTE, durante muchos días (y lo mío es poco comparado con casos verdaderamente graves) tu vida gira alrededor de una sola cosa: no vomitar ni una sola vez más. Si tu cuerpo te dice que cuando estás quieta vomitas menos que si te mueves, que si estás mejor en silencio que hablando... es sólo lógico que una mujer sólo desee estar quieta y en silencio. Nadie conoce tu cuerpo ni lo que pasa en él mejor que tú: escúchate, y pasa de consejos bienintencionados, pero erróneos y tremendamente culpabilizadores. Porque si alguien insiste mucho, acabas por plantearte si verdaderamente estás tan mal o podrías hacer algo más. NO, NO PUEDES HACER NADA MÁS, CREEME. Y no te sientas culpable.

Llega otro asqueroso síntoma bien conocido del anterior embarazo: el ptialismo o sialorrea. Producir grandes cantidades de saliva; tanta, que una se ve obligada a acabar escupiéndola. TODO-EL-TIEMPO. DÍA Y NOCHE. Esto no duele, y no es comparable al vómito, pero imagino que se puede hacer uno una idea de lo incómodo que es. Sobre todo cuando te impide el sueño, o el intercambio social normal. Yo he estado enclaustrada en mi casa, con un vasito de babas que me sigue a todas partes, y no puedo imaginar cómo se lo monta alguien que sí o sí necesite salir de casa y estar en contacto con más gente.

Sobre la semana 14, empiezo a bajar de vomitar 3 veces a 2 o 1 muchos días. Empiezo a tolerar más cositas de comer, especialmente cosas dulces, como los dulces caseros que me prepara mi marido, o los primeros dulces de navidad; las castañas asadas, también, y lo voy intercalando con la 'monodieta'. Y afortunadamente, voy tolerando mejor los olores, como los de la comida, y ya no necesito esconderme cuando mi marido cocina (si no son sofritos) o están comiendo.

Tengo algún glorioso día de regalo en los que no vomito, y mi estómago lo nota, y todo mi cuerpo. Y ya no recuerdo qué día fue, se me antojó probar una empanadilla de las que se habían preparado los chicos para cenar. Qué rica me supo! Y estuve cenando empanadillas acompañando el puré de verdura días y días :) nueva comida fetiche. Otro de esos días probé la 'comida', un plato que se hace en casa de mi marido. Un puchero que lleva garbanzos, judías blancas, arroz, un poco de carne y cardos, y me supo deliciosa. Empiezo a dejar los batidos, porque ya no me apetecen: prefiero la comida de verdad.

Y llego hasta estas semanas, la 17 en la que estoy. En la que sigo ayunando hasta el mediodía, pero a partir de entonces empiezo a comer con mayor normalidad. En la última semana enganché cuatro días sin vomitar, y me sentía en las nubes. Hoy he vuelto, no sé si porque tocaba o porque ayer me pasé de lista y quise saltarme la ranitidina de la noche pensando que esto 'iba bien', y esta mañana me ha tocado vomitar fuego, lo que me ha jodido un poco el día. También sigo con el primperán, que lo dejé al salir del hospital porque no me hacía nada igualmente y al que le decidí dar otra oportunidad.

¿Saldré de esto?¿Tendré la oportunidad de tener una segunda parte de embarazo de ensueño, como con Mateo? Lo desconozco. Lo sueño, pero lo desconozco. Pero lo que es cierto es que esta vez he vivido la hiperemesis un poco diferente. Además de porque es posible que haya sido algo más leve que cuando Mateo, también porque ya tenía la referencia de la primera experiencia. Ya SABÍA lo que era esto. Sabía que me podía volver a pasar, sabía lo que podía esperar. Que no es consuelo, pero si te ayuda a resignarte, porque tú has buscado ese bebé aún sabiendo que éste era el riesgo que corrías. Obviamente que te vuelve a pasar factura, yo no he sido capaz de 'sobreponerme' a ello, la verdad. Pero creo que sí me ha servido para resignarme,  no intentar luchar contra ello, no malgastar energía llorando demasiado y maldiciendo mi suerte... porque en estos años de maternidad he llegado a conocer la experiencia de muchas otras mujeres, y he comprendido que, aunque esto es jodido a tope, a otras les tocan otras cosas igual de jodidas y más. Que no es nada 'personal' y que sólo me quedaba aceptarlo. También me ha servido el bajar la cabeza y ser capaz de pedir ayuda, y de aceptarla, porque solos de ninguna manera habríamos podido. Esa ayuda de nuestras madres, y los ánimos, de muchos amigos y amigas, y en particular de una que ha estado conmigo via sms casi a diario durante estas semanas, mi querida Ruth...han sido fundamentales.

Sigo pensando en la poquísima información que hay, a todos los niveles, sobre la hipermesis en nuestro país, y en nuestro idioma. En parte eso me lo ha demostrado que la página con el récord de visitas en este blog fuera el primero que escribí sobre ello. Aprovecho desde aquí para disculparme con todos los comentarios que dejé sin contestar en la otra entrada. Llegó un momento en que me sobrepasó, de verdad. Yo sólo sé lo que sé por mi experiencia, no tengo autoridad alguna. Y además empezaba mi deseo de otro embarazo y no quería pensar en este tema para nada, porque cada vez que me sobrevolaba, me entraban dudas...Y la otra parte que me ha demostrado esta falta de información ha sido la ignorancia que me han seguido demostrando, especialmente dolorosa, los profesionales sanitarios con los que me he encontrado.

Seguimos haciendo camino.

EDITO PARA AÑADIR: el testimonio de Besonder, desde su blog La Voz de la Hiperemesis. Muy duro, y yo creo que necesario.