martes, 4 de mayo de 2010

Carta a Consuelo Ruiz Vélez-Frías

Querida Consuelo:

No sabes cuánto me gustaría que pudieses leer estas palabras físicamente, espero que te lleguen allá donde estés. Y te las dirijo pensando en este párrafo de tus ‘Confesiones sinceras’: “ Me voy a morir con la sensación  de haber fracasado, de haber desperdiciado mi vida, de no haber sido comprendida por mis contemporáneos. Me he esforzado en explicar lo que creo y pienso de la forma más clara y sencilla posible, pero ha sido como si hablase otra lengua, como si perteneciese a un mundo distinto”. (Parir sin Miedo, p. 35)

Te conocí por casualidad, navegando sin rumbo por las aguas de internet. Leí tu ‘Carta abierta al obstetra del s. XXI’, y me lancé a buscar más palabras tuyas: me habías cautivado. Me leí la Cartilla para Aprender a dar a Luz prácticamente del tirón, y disfruté y me emocioné con cada capítulo de Parir sin Miedo. No te lo vas a creer… pero teniendo aparentemente tan poco en común entre nosotras, por edad, por período histórico vivido, por profesión o circunstancias sociales, me siento terriblemente identificada contigo. Me gustan las cosas sencillas que sabes, me gusta cómo las cuentas, me gusta cómo te has empeñado con ellas en la vida, a pesar de darte a veces tantos disgustos… encontré unas líneas que nos unían sin remedio: “¡Nunca olvidé que de niña quería ser maestra y me gusta enseñar cosas a la gente!” (Parir sin Miedo, p.162) :) Me gusta tu forma de ser revolucionaria, tu manera de creer en Dios, tu feminismo (tan poco clásico) … cómo me hubiera gustado poder conocerte, Consuelo.

Además, sabrás que nada de lo que hiciste fue en balde, pues casi al final de tu vida encontraste los discípulos apropiados que hoy, aún a contracorriente, son de los pocos puntales de apoyo para muchas  mujeres que quieren recuperar sus derechos sobre su cuerpo en lo que toca a sus embarazos, partos y lactancias.

Aunque Consuelo, efectivamente, queda mucho camino por andar….como nuestro cuerpo es nuestro y ‘nosotras decidimos’, podemos abortar en condiciones seguras y gratuitas. Pero aún con ese mismo cuerpo NUESTRO, no podemos parir de forma natural y respetada si no es mediando bonitas cantidades de dinero, para seguros médicos que cubren los servicios de los pocos profesionales a favor de partos respetados, o para la atención profesional en casa (exceptuando algunas afortunadas con derecho a parir en hospitales públicos donde las cosas empiezan a cambiar poco a poco).

Yo también me he preguntado innumerables veces por qué dolía el parto, Consuelo. Y más allá del dolor, qué era lo que lo hacía parecer una experiencia tan aterradora… desde niña, la única imagen que tenía de los partos era la de las películas, que han hecho  flaco favor a la conciencia de lo que es un parto. Gritos desconsolados, sangre, gente apresurada corriendo de un lado a otro… las experiencias de nuestras madres, oxitocinadas hasta los ojos, obligadas a permanecer tumbadas horas y horas, SOLAS (que antes no se permitía la entrada a nadie más)… y me chocaba con los poquitos recuerdos que tenía de las historias de los partos de mis abuelas, que habían parido en casa, a veces acompañadas de matronas, madres, tías, vecinas… y en alguna ocasión, completamente solas,… pero no solas porque alguien las dejara dilatando ‘a su suerte’ con un gotero puesto y como gato panza arriba… sino porque no había una comadrona cerca, y sus maridos estaban trabajando en el campo, o de cogorza. Solas con sus hijos por llegar. En aquel mundo en que las mujeres veían frecuentemente parir a otras mujeres y a animales, y sabían lo que ocurría. Y creo que tenían bastante menos miedo del que tenemos ahora (esto es una opinión totalmente subjetiva). No soy una nostálgica de aquellos tiempos, que por otro lado, fueron de gran miseria y mucha ignorancia, tú los viviste. Pero creo que en el camino del incontestable progreso hemos perdido cosas muy pero que muy esenciales…

Gracias, Consuelo, por tu tarea. Gracias por todos esos niños que ayudaste a traer al mundo, por esas madres y padres que tuvieron la experiencia que se merecían.  Allá donde estés, deberías sentirte muy orgullosa.

6 comentarios:

  1. Sí que le debemos un montón a Consuelo. Entre otras cosas fue mentora de Emilio Santos :). Qué hubieran hecho muchas sin él!!! jeje.
    Yo tampoco la conocí, más que por referencias cuando estaba ya muy malita, pero su carta abierta es brutal. Todos los ginecólogos la deberían leer y aprender de memoria antes incluso de hacer el MIR. Y si no están de acuerdo dedicarse a la proctología o cualquier otra cosa. XD

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Genial Caro, me sumo a tus palabras y deseo que de alguna forma la puedan llegar.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Qué bonita carta Caro, qué bonita.

    ResponderEliminar
  4. Está claro que para poder dar y ofrecer hay que "dejarse recibir". Gracias Caro, de nuevo, por ser esa transmisora, por abrirme otros horizontes, por darme a conocer temas, gentes antes totalmente desconocidos para mí. Ten claro que como maestra no debes tener parangón. ... Te traje una manzana ;)

    ResponderEliminar
  5. Pues yo no sabeis lo que me alegro de encontrarme que a tantas no os es desconocida :)))) y las que no conoceremos...

    Y a ti, Ale, me alegro de habértela descubierto :) riquísima tu manzana, pero yo aún no tengo experiencia suficiente para ser maestra de nada. Aunque me gustaría serlo, dentro de muchos años. Lo bueno de aprender, es que no se acaba nunca :))))

    ResponderEliminar
  6. Tengo el libro de "Parir sin miedo" en mi estantería, esperando su huequecito.
    Gracias, Caro. Preciosas tus palabras.
    Un fuerte abrazo!!!

    ResponderEliminar