lunes, 31 de mayo de 2010

¿Quién es el ‘salvaje’, y quién el instruído?

La semana pasada, repasando el documental de La 2‘De parto’ en Youtube, me encontré con estos dos vídeos sobre el parto vertical. Son 7 y 10 minutos cada uno, creo, y mi opinión es que merece mucho la pena verlos.

Y ayer me encontré con este artículo de Nueva Prensa de Guayana a través del grupo de Facebook ‘Por un parto respetado’:

"Sí, mi hijo nacerá por parto vertical"

Escrito por Melissa Silva Franco - Enviada especial / Perú

domingo, 30 de mayo de 2010

En los centros de salud de la sierra peruana se ha retomado una práctica milenaria a la hora de traer niños al mundo. Ya no son simples quirófanos sino espacios en los que la mujer toma infusiones, recibe masajes de su partera y da a luz sin desvestirse y en la posición que quiera, abrazada por su marido y rodeada de sus familiares

El personal médico, organizaciones no gubernamentales, promotoras de salud y la misma comunidad han luchado por la adecuación de las salas de parto. Hoy día, ha disminuido el reporte de muertes maternas y se ha consolidado el derecho de la mujer a decidir la manera en que quiere vivir el final de su embarazo

En un lugar llamado Churcampa actualmente se está escribiendo un nuevo capítulo de la historia contemporánea. Las mujeres de esta zona andina del Perú han reconquistado ese derecho que desde hace más de dos siglos les arrancó la medicina moderna: la opción a decidir cómo traer sus niños al mundo.

Hoy día, en esta región ubicada a más de tres mil metros de altura y que según el último censo oficial cuenta con cinco mil habitantes, las embarazadas son las verdaderas protagonista de su proceso de gestación.

“Sí, mi hijito nacerá por parto vertical”, sólo esta frase basta para que los médicos de la zona dejen atrás la fría silla ginecológica, la fuerte luz que tanto intimida en los quirófanos y la mera práctica científica que deshumaniza a tanto partos en el mundo actual.

Y es que el parto vertical es una práctica milenaria que permite a las embarazadas dar a luz de manera natural, sentadas o de cuclillas, con la ayuda de sus esposos, quienes abrazándolas fuerte a la barriga permite ejercer la presión necesaria. En el momento de parto están presentes otros familiares, además de una matrona tradicional y un médico obstetriz y las enfermeras.

Pero lograr alcanzar este derecho a decidir de la embarazada ha costado un trabajo de más de 10 años, por parte de médicos, matronas tradicionales, organizaciones no gubernamentales, quienes luchaban contra una alta cifra de mortalidad perinatal.

La doctora Rosa Paredes, una de las promotoras de esta importante iniciativa, explica que cuando llegó a la zona hace más de una década se encontró con un alto índice de muerte de madres, quienes no acudían a los centros de salud porque temían a las prácticas comunes de los partos por cesárea y de esta manera perdían la vida por algún desgarro, hemorragia, infección que no podían atender, ni frenar las matronas tradicionales.

“Las mujeres de la zona siempre han tenido los partos en sus domicilios, con ayuda de la matrona, porque desconfiaban de los médicos, porque durante los partos no se les respetaban sus costumbres, como lo es parir con su vestimenta puesta, ya que son muy pudorosas, así como también sentadas junto a sus esposos o madres y tomando sus caldos calientes e infusiones”, añade la doctora Paredes.

Ante esta situación surgió la necesidad de frenar el alto índice de mortalidad tanto de las madres como de los niños. Y así fue cómo en la zona se comenzó a intentar trabajar en los centros de salud con un enfoque más cercano a la cultura de las mujeres de la zona, es decir, quitar protagonismo a la ciencia y equiparar con el conocimiento popular que han heredado las matronas por siglos y siglos

Y ha dado resultado. Las estadísticas demuestran que ha disminuido la mortalidad de madres en la zona y cada vez más mujeres asisten a los centros de salud para tener sus partos verticales, con el cuidado no sólo de las matronas, sino también de un personal médico que está presente para cualquier emergencia.

La fórmula

El llegar a esta situación ha costado años de trabajo. Hoy decenas de mujeres deciden tener un parto natural o vertical, confían más en los médicos y la medicina a su vez respeta el valor de los conocimientos de las matronas tradicionales luego de un intenso trabajo por parte de médicos, ong’s, Estado y la comunidad en general.

Actualmente se cuenta con espacios en los centros de salud adaptados para los partos verticales, un trabajo conjunto con las matronas, la inclusión de las costumbres de las mujeres en el proceso de parto y un personal médico sensibilizado con esta práctica milenaria. Además de casas de espera en las que las embarazadas pueden vivir días antes de dar a luz, y así están más cerca del hospital, además de cuidados prenatales, un mayor control durante el embarazo.

Incluso, el centro médico de Churcampa ya es sede de pasantías de muchos médicos recién graduados y de otros interesados en conocer el parto vertical, no sólo de Perú sino también de otros países.

Lourdes Sandoval, coordinadora del proyecto de parto vertical y adecuación intercultural de Calandria, una de las asociaciones peruanas que más ha trabajado en la zona, explica que el camino ha sido largo, pero con muchos logros, entre ellos se encuentra el poder contar con centros de salud que tengan salas de parto adaptadas para que las mujeres de la sierra peruana. Esto ha permitido que los partos verticales puedan institucionalizarse y se rescate como práctica natural y sobre todo se proteja la vida del bebé y de la madre. "Son pequeños hechos que salvan vida", agrega Sandoval.

Esta adecuación consiste en tener salas de parto en los centros médicos lo más parecida posible a los domicilios de las gestantes, para así crear un ambiente más cálido. La doctora Paredes explica que estos cambios en el quirófano consisten en una silla semi circular para que la mujer se siente cómodamente y pueda pujar con mayor naturalidad, además de una soga tejida con lana para que la gestante se apoye y tenga más fuerza a la hora de pujar.

A la hora de complicaciones, al lado de esta sala están los utensilios tradicionales de la medicina para operar a la gestante en caso de que sea necesario.

En estas salas se permite que las mujeres no se quiten su ropa; que en vez de usar sábanas utilicen sus mantitas, la partera puede acompañarlas; el color de la pared del cuarto es oscuro; y se ha capacitado al personal de salud especialmente para que hablen quechua, el idioma de la mayoría de los habitantes de la región.

En estos partos, el médico no mira a la parturienta. El profesional tiene que arrodillarse, y vigilar agachado la salida del bebé para recibirlo. Mientras tanto, la madre puede moverse con mayor facilidad, con el apoyo de algún familiar o matrona que la acompañe.

" El parto vertical es más fisiológico, es decir, más natural porque la mujer puede pujar mejor y como no hay compresión de los vasos sanguíneos, hay menos sufrimiento fetal; es más rápido, hay menos complicaciones; y menos necesidad de estimular el nacimiento" explica la doctora Rosa Angélica.

La Organización Mundial de Salud recomienda una serie de acciones que son las idóneas para las embarazadas al momento del parto, y éstas coinciden en su totalidad con las aplicadas durante el parto vertical.

Entre estas se encuentran: Dejar caminar a la gestante porque favorece el trabajo de parto; no realizar episiotomía (un corte que previene desgarros en la vagina) y hoy está demostrado que es innecesaria y no debería realizarse en más del 20% de las mujeres, pero en países con Venezuela, España y Chile se hace en más del 70% de los partos; no obligar acostarse para parir y hoy se sabe que la posición vertical, que ellas usan tradicionalmente, es más cómoda y favorece el parto natural por factores anatómicos y de gravedad; estar con su familia en el parto y hoy se sabe que el apoyo emocional disminuye las complicaciones.

El Estado peruano desde el pasado agosto 2005 aprobó un decreto a través del Ministerio de Salud en el que se incluye el parto vertical como opción para las gestantes, lo que ha significado la aceptación formal de esta práctica en la zona, como una mayor inversión en las políticas de salud pública.”

(las imágenes están copiadas del propio artículo en internet: http://nuevaprensa.com.ve/content/view/43320/2/)

¿Qué les parece? Ahí tienen, unas cuantas mujeres indígenas, unas indias, unas panchitas (que dirían algunos despectivamente por estos lares)… que son más respetadas allá que nosotras en nuestros hospitales. Qué les parece… ellas se rebelan contra el sistema aún arriesgando sus vidas y las de sus pequeños, porque la asistencia y las condiciones higiénicas en las que viven no se asemejan a las nuestras, pero por nada quieren que les hagan ‘lo que se hace en los hospitales’. Así que en un esfuerzo de TODOS, han conseguido que las instituciones comprendan que hay otras formas de hacer las cosas, basada en la tradición de miles y miles de años, y que no tiene que estar reñida con la última tecnología. Esto lo han comprendido en un hospital de una región rural remota en Perú. Mientras que en la mayoría de grandes hospitales de España seguimos como seguimos.

Qué les parece… no hace falta tanto dinero como una gran voluntad. Y otro tantito de humildad. Y un mucho de ganas de hacer las cosas mejor. Los ‘pobres’ dan lecciones a los ricos que nos dejan tiritando. Y creo que muchos no comprenderán nunca esto, porque la mayoría de nosotros hemos perdido esa conexión con la naturaleza y con nosotros mismos. Lo de los calditos, masajes y otras de sus tradiciones nos parecerán supercherías precolombinas e incluso peligrosas. Nada comparado con la máquina que hace ‘ping’. No me cansaré de decir que somos unos primermundistas bastante ignorantes.

Todos somos TODOS

Esta mañana me ha llegado este email a mi bandeja, y lo voy a traer aquí para darle mayor difusión:

Te invito a que lo leas hasta el final porque a casi todos los currantes nos pasa lo mismo y ya es hora de frenar esta explotación injusta para con todos los currantes.
ECHADLE UN VISTAZO A VER QUE OS PARECE, QUE EMPIECEN A PAGAR TODOS.

Todos somos todos, pero parece que en tiempos de crisis TODOS somos los de siempre: los trabajadores.
Yo soy funcionaria, mi marido no.
El año pasado, 2009, hubo reajustes en su empresa. A él le bajaron el sueldo, tuvo suerte.
Muchos de sus compañeros ya no se levantan a las siete para ir a trabajar.
Este año me bajarán el sueldo a mí. Es lógico, no me opongo. La cosa está muy malita.
A lo que me opongo es a que nos despidan, o nos congelen o nos bajen los sueldos y pensiones siempre a los mismos, los currantes.
Los políticos en activo o retirados, las grandes fortunas, los pobrecitos futbolistas o artistas que desvían sus millones a paraísos fiscales… a esos no los toquemos, pobres. Y tantos otros chupópteros que se no me caben en el mail. Y si los políticos deciden bajarse el sueldo, no nos preocupemos, encontrarán la manera de compensarlo a base de dietas o desplazamientos.
Mi marido y yo no, tú tampoco, pero ellos sí.
Y los sindicatos… ¿qué podemos decir de los sindicatos…? ejem… Si los dejamos nos llevarán a la huelga general, que es justo lo que necesitamos: que nos quiten parte del sueldo el mes que viene, con lo sobraditos que vamos.
Yo no voy a ir a ninguna huelga. Mi marido tampoco. Necesitamos hasta el último céntimo cada mes, porque mis hijos tienen el feo vicio de comer tres veces al día, y al banco, ¡qué curioso! le da igual lo nuestro y quiere cobrar la hipoteca cada día 1.
Seguro que tú también tienes lo tuyo. ¿Te suena?

Vamos a hacernos oír de otra manera. Vamos a hacer entender a nuestros dirigentes que queremos salir de la crisis, que vamos a arrimar el hombro, pero TODOS. Vamos a pedirles que busquen la manera de rebajar el gasto inútil y de cobrarles más impuestos a los pobrecitos ricos, de eliminar los privilegios de esos pocos que no trabajan ocho horas al día, ¡ay ocho! SI NO TRABAJAN...

Vamos a ver si saben contar cuántos españoles queremos salir de la crisis ENTRE TODOS.

LA SEMANA DEL 31 DE MAYO AL 6 DE JUNIO ENVÍA UN SOBRE BLANCO, sin nada dentro, vacío, como nuestros bolsillos.
Dirección: Sr. Presidente del Gobierno
Complejo de la Moncloa, Avda. Puerta de Hierro, s/n. 28071 Madrid (España)
Remite: todosSOMOStodos
Ya veréis como lo entienden.

No te costará gran cosa, apenas unos céntimos en un sello y unos minutos para comprarlo. Es necesario que sea algo material, que se amontonen las sacas de cartas en blanco, que salga en los telediarios.

Esta carta llegará a todos los partidos políticos y, por supuesto, a Moncloa. No hay ningún partido político detrás de esto,
no hay página web, no hay nada más que un montón de ciudadanos que no quieren ir a la huelga, porque no pueden perder más dinero, pero quieren que se sepa que  NO ESTAMOS DE ACUERDO CON PAGAR EL PATO NOSOTROS SOLOS.
Si quieres, PÁSALO. Si decides reenviar este correo, no pongas las direcciones en “para”, ponlas en “CCO”. A nadie le interesa quiénes son tus amigos y cuáles son sus direcciones. Y borra los datos al reenviarlo del que te envía los mensajes, que se hace muy largo!”

La empleada de Correos se ha quedado estupefacta esta mañana cuando le he entregado el sobre para franquearlo. ‘Pero… este sobre, que tiene, sólo una hojita?’. ‘No, está vacío’. ‘Cómo vacío?’.’Pues vacío, vacío, sin nada’. Al final a la mujerica le ha dado por leer el destinatario (lo necesitaría tanto?) y ‘pareció’ entender. Y yo no consideré tener que dar más explicaciones. Con un poco de suerte, a ella también le llegará ese email.

No, yo tampoco voy a hacer huelga (a mi ‘jefe’ le sentaría fatal! XDDD aunque dudo que me despidiera, ventajas de ser familia…y aunque está haciendo grandes avances con el tenedor, no lo veo yo tan autosuficiente como para prescindir de mi). Creo que hace mucho tiempo que la protesta era necesaria, muchas personas han perdido sus puestos de trabajo, y es sólo ahora, que tocan los sueldos de los funcionarios y las pensiones que se quiere ‘revolución’. Pues conmigo que no cuenten.

Yo voy más allá aún: si los políticos, de cualquier signo, fueran verdaderamente patriotas, trabajarían GRATIS por su país. Cobrarían su sueldo correspondiente a la profesión que ejercían antes de obtener sus cargos y su acción política sería by the face. Lo harían sólo por vocación, y amor al servicio por su país.  Y tendrían que rendir cuentas públicamente acerca de su patrimonio, y que esta información estuviera al alcance de cualquier ciudadano. Para mi, sería la única forma de demostrarme que no están ahí para llevárselo en crudo.

Tampoco me sorprendería saber que sólo cuatro imbéciles hemos mandado unos sobres vacíos. Habiendo tanta gente que apoya a sus líderes sin fisuras, sin ninguna autocrítica; consumistas adictivos de fútbol que se quejan mucho de lo que cobran algunos inútiles de jugadores de primera división, pero siguen dejándose euros en entradas y abonos, o pagando canales privados para estar enchufados todo el día. Que animan, aplauden y compran cd’s  a artistas forrados que además se ponen exquisitos con la piratería (y muchos se las dan de izquierdas y super progres).

Nada. No me sorprendería nada. Si no se identifica usted nada con lo dicho en el párrafo anterior, por favor, demuestre su descontento, levante la mano, hágase oir. De la forma que sea. A los pobres lo único que nos queda finalmente es el derecho al pataleo.

“El salvador de las madres”

Estos días estoy metida de lleno en la lectura de La revolución del nacimiento. Hay muchísimas cosas que destacaría (y destacaré en próximas entradas, seguro, y recomiendo la lectura de este libro fervientemente), pero el primero lo voy a dedicar a un hombre, me atrevería a decir que bastante desconocido (yo desde luego, jamás lo había escuchado nombrar, al contrario que a Pasteur, y están muy relacionados…). El papá de Mateo es biólogo, y tampoco recordaba haber oído de él. Su nombre es Ignaz Semmelweis. Isabel Fernández del Castillo hace mención a su persona y a sus descubrimientos para demostrar, como de hecho reconoce la OMS, que la reducción en las tasas de mortalidad maternal no se debieron a la hospitalización del parto, ya que cuando ésta comenzó a generalizarse en algunos países (en el tiempo de Semmelweis), las mujeres morían de infecciones EN LOS HOSPITALES como chinches. Observando, formulando hipótesis basadas en dichas observaciones, y comprobándolas, llegó a conclusiones que su comunidad médica más inmediata rechazó y despreció. Es la historia de siempre, de entonces y de ahora: el endiosamiento que sufren algunos profesionales no les deja ver más allá de sus narices. No desvelo más, a  riesgo de contarlo mal, a continuación, copio y pego su historia desde Wikipedia:

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Ignacio Felipe Semmelweis (Semmelweiss Ignác Fülöp) (* 18 de julio de 1818- 13 de agosto de 1865) fue un médico húngaro que consiguió disminuir drásticamente la tasa de mortalidad por 220px-Ignaz_Semmelweis sepsis puerperal (una forma de fiebre puerperal)[1] entre las mujeres que daban a luz en su hospital mediante la recomendación a los obstetras de que se lavaran las manos antes de atender los partos. La comunidad científica de su época lo demostró y acabó falleciendo a los 47 años en un asilo, a causa de la infección que el mismo se provocó cortándose con un escalpelo contaminado, para demostrar su teoría. Algunos años después Luis Pasteur publicaría la hipótesis microbiana y Joseph Lister extendería la práctica quirúrgica higiénica al resto de especialidades médicas. Actualmente es considerado una de las figuras médicas pioneras en antisepsia y prevención de la infección nosocomial.

Infancia y juventud

Semmelweis, hijo de un tendero de comestibles de origen germano, nace en Buda, en la orilla derecha del Danubio, en un barrio comercial de la capital húngara de población mayoritariamente alemana. Cursa estudios elementales en el "Gimnasio Católico de Buda", y desde 1835 a 1837 se forma en la Universidad de Pest, al otro lado del río.

En noviembre de 1837 viaja a Viena por deseo de su padre para licenciarse en Derecho austríaco, pero su participación en una autopsia le hace abandonar el derecho y comienza a cursar estudios en el Allgemeines KrankenHaus, Hospital General de Viena, donde se convertirá en alumno de Joseph Skoda[2] (profesor de clínica médica), Carl von Rokitansky[3] (profesor de anatomía patológica) y Ferdinand von Hebra[4] (profesor de dermatología), tres insignes médicos austríacos. En 1839 se inaugura la Escuela de Medicina de Budapest y regresa a su ciudad natal para continuar allí su formación, pero en 1841 vuelve a Viena, descontento con la enseñanza recibida en Pest.

En 1844 se licencia en Medicina y pasa los dos años siguientes trabajando con Rokitansky y dedicado al estudio de la infección en el campo de la cirugía. Durante este tiempo nacen, a la vez, su recurrente inquietud y su permanente insatisfacción: "Todo lo que aquí se hace me parece muy inútil; los fallecimientos se suceden de la forma más simple. Se continúa operando, sin embargo, sin tratar de saber verdaderamente por qué tal enfermo sucumbe antes que otros en casos idénticos".

En 1846, con 28 años, obtiene el doctorado en obstetricia y es nombrado asistente del profesor Klein, en una de las Maternidades del Hospicio General de Viena. Es el comienzo de una obsesión.

El contexto médico histórico

Los últimos años del siglo XIX son de gran trascendencia para el desarrollo de la medicina contemporánea. Además de Skoda, Rockitansky y Hebra, despunta la figura de Rudolf Virchow, quién comienza a desarrollar las disciplinas de higiene y medicina social, en los orígenes de la medicina preventiva actual. Es el mismo Virchow el que postula la teoría de "Omnia cellula a cellula" (toda célula proviene de otra célula) y explica a los organismos vivos como estructuras formadas por células. EN 1848 Claude Bernard descubre la primera enzima (lipasa pancreática). En ese año comienza a emplearse el éter para sedar a los pacientes antes de la cirugía y a finales de este siglo Luis Pasteur, Robert Koch y Joseph Lister demostrarán inequívocamente la naturaleza etiológica de los procesos infecciosos.

Los antecedentes de la fiebre puerperal

El primer tratado de ginecología fue escrito por Joannes Petrus Lotichius, profesor de la Universidad de Rinteln (Alemania) en 1630. Este estudio sobre la naturaleza de la mujer se tituló originalmente "Gynaicologia", apareciendo el cambio de nomenclatura a la actual en 1730.[5] A finales del siglo XVIII comienza a extenderse la hipótesis de las "miasmas" como causa de las infecciones, incluida la sepsis puerperal,[6] pero hasta 1795 no se comienzan a publicar estudios recomendando medidas higiénicas como el lavado de manos tras asistir a enfermas afectadas de este proceso infeccioso (y antes de atender nuevos partos) o la utilización de ciertos antisépticos antes de reutilizar el instrumental.[7] La evidencia es abrumadora y L. J. Boër, en los comienzos del siglo XIX, comienza a aplicar normas similares en la Maternidad de Viena consiguiendo reducir la mortalidad materna hasta el 0,9%. Su sucesor, el doctor Klein, dejará de aplicarlas, por lo que la mortalidad ascenderá hasta el 29,3% (casi una de cada tres mujeres atendidas durante el parto en esa maternidad morían tras el alumbramiento).[8] Oliver Wendell Holmes publica en 1843 "On the Contagiousness of Puerperal Fever", donde recomienda expresamente que "un médico dedicado a atender partos debe abstenerse de participar en necropsias de mujeres fallecidas por fiebre puerperal, y si lo hiciera deberá lavarse cuidadosamente, cambiar toda su ropa, y esperar al menos 24 horas antes de atender un parto". El estamento médico oficial, sin embargo, sigue remiso a aceptar estas conclusiones, y los dos obstetras norteamericanos más importantes de la época (H. L. Hodge y C. D. Meigs) menosprecian y rechazan públicamente las propuestas de Holmes. En este contexto académico, pero a través de su propia línea de investigación, desarrollará Semmelweis su trabajo apenas cuatro años después, en la misma Maternidad de Viena que aún dirigía el Doctor Klein.

El descubrimiento

Al poco tiempo de empezar a trabajar en la Maternidad de Viena Semmelweis comienza a observar con preocupación la alta tasa de mortalidad entre las parturientas, entre fuertes dolores, fiebre alta y una intensa fetidez.

En este hospicio se disponía de dos salas de partos: una dirigida por el doctor Klein y otra por el doctor Bartch. En la primera, la mortalidad medida en 1842 había registrado una cifra del 30%, pero en los primeros meses de 1846, el año en que el joven médico húngaro entra a formar parte de la plantilla, la cifra ronda el 96%.[11] Utilizando un rudimentario método epidemiológico comienza a estudiar las diferencias en ambos pabellones: El de Klein es más frecuentado por los estudiantes de medicina, quienes atendían a las parturientas después de sus sesiones de medicina forense en el pabellón de anatomía. En cambio la sala de partos de Bartch es más utilizada por las matronas, pero cuando los estudiantes visitan su sala la mortalidad también aumenta en esta. Esto le lleva a formular la ingeniosa (y correcta) teoría de que los estudiantes transportan algún tipo de "materia putrefacta" desde los cadáveres hasta las mujeres, siendo ese el origen de la fiebre puerperal.

"...Una vez que se identificó la causa de la mayor mortalidad de la primera clínica como las partículas de cadáveres adheridas a las manos de los examinadores, fue fácil explicar el motivo por el cual las mujeres que dieron a la luz en la calle tenían una tasa notablemente más baja de mortalidad que las que dieron a luz en la clínica..."

El doctor Klein no está de acuerdo con las conclusiones de Semmelweis: sus propias teorías acerca del problema van desde la brusquedad de los estudiantes a la hora de realizar los exámenes vaginales hasta el hecho de que la mayor parte de ellos sean extranjeros (procedentes de Hungría, sobre todo).

De hecho Klein llega a expulsar a 22 de sus estudiantes, quedándose tan sólo con 20, pero esto no mejora la situación entre las mujeres que acuden a la clínica para dar a luz.[12] Se conservan algunas cartas de esta época de Semmelweis a su amigo Markusovsky: "No puedo dormir ya. El desesperante sonido de la campanilla que precede al sacerdote portador del viático, ha penetrado para siempre en la paz de mi alma. Todos los horrores, de los que diariamente soy impotente testigo, me hacen la vida imposible. No puedo permanecer en la situación actual, donde todo es oscuro, donde lo único categórico es el número de muertos".

En octubre de 1846 decide instalar un lavabo a la entrada de la sala de partos y obliga a los estudiantes a lavarse las manos antes de examinar a las embarazadas. El doctor Klein se niega a aceptar esta medida y el día 20 de ese mes despide intempestivamente a su ayudante.

A la espera de que Skoda le consiga una plaza en su Hospital emprende un viaje de dos meses por Europa con su amigo Markusovsky.

A la vuelta conoce la noticia de la muerte de Kolletchka, profesor de anatomía, tras producirse una herida durante una disección y desarrollar unos síntomas similares a los de la fiebre puerperal.

Este hecho le convence de que la causa son ciertos exudados presentes en los cadáveres:

"Este acontecimiento me sensibilizó extraordinariamente y, cuando conocí todos los detalles de la enfermedad que le había matado, la noción de identidad de este mal con la infección puerperal de la que morían las parturientas se impuso tan bruscamente en mi espíritu, con una claridad tan deslumbradora, que desde entonces dejé de buscar por otros sitios."

El rechazo

Por influencia de Skoda es admitido como ayudante en la sala del doctor Bratch. Aún no se conoce la existencia de los microorganismos causantes de las infecciones y sólo puede intuirse la existencia de los mismos a través de sus efectos y del olor que despiden: "Desodorar las manos, todo el problema radica en eso".

A petición suya los estudiantes de la sala del profesor Klein pasan a la sala del profesor Bartch: es mayo de 1847, y ese mes la mortalidad en esta sala sube del 9 al 27%.

Inmediatamente decide preparar una solución de cloruro cálcico y obliga a todos los estudiantes que hayan estado trabajando en el pabellón de disecciones ese día o el anterior a lavarse antes de examinar a las embarazadas, con lo que la mortalidad desciende al 12%.

Durante este período realiza un minucioso trabajo descriptivo acerca de los fallecimientos y las circunstancias en que se suceden, consulta los archivos y registros de la Maternidad de Viena desde su apertura en 1784 hasta 1848 y elabora tablas cruzando los datos de partos, defunciones y tasas de mortalidad para esos años.

En junio de ese año diagnostica de cáncer de útero a una mujer que se creía embarazada. Tras examinarla explora a cinco mujeres durante el parto; las cinco morirán por fiebre puerperal, lo que le permite generalizar sus conclusiones: la manos pueden ser vectores de transmisión de sustancias infectantes.

Decide extender la práctica del lavado con cloruro cálcico a cualquiera que vaya a examinar a las embarazadas, y la mortalidad cae al 0,23%.[10]

Y sin embargo, por vanidad o por envidia, los principales cirujanos y obstetras europeos ignoran o rechazan su descubrimiento. Llegan a afirmar que no es posible reproducir los resultados de su experimento, y que ha falseado las estadísticas obtenidas.[13] Solo cinco profesores le mostrarán apoyo público: Skoda, Rokitansky, Hébra, Heller y Helm. Sin embargo en la corte prevalece la opinión del doctor Klein y el 20 de marzo de 1849 Semmelweis es nuevamente expulsado de la Maternidad.

En palabras del profesor Hebra: "Cuando se haga la Historia de los errores humanos se encontrarán difícilmente ejemplos de esta clase y provocará asombro que hombres tan competentes, tan especializados, pudiesen, en su propia ciencia, ser tan ciegos, tan estúpidos".[10]

Se traslada de nuevo a su ciudad natal, en plena revolución húngara, y su amigo Markusovsky lo encuentra meses después viviendo en la miseria, con un brazo y una pierna fracturados, y hambriento. Gracias a él es aceptado en la Maternidad de San Roque de Budapest, y pasará los próximos años escribiendo en secreto su principal obra: De la etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal.

Los últimos años de Semmelweis

En 1854, tras la muerte de profesor Birly, es nombrado profesor de la Maternidad del clínico de la Universidad de Pest, y a partir de ese momento prácticamente desaparece la mortalidad por sepsis puerperal.

El ambiente hostil le empuja a escribir una carta a todos los profesores de obstetricia:

CARTA ABIERTA A TODOS LOS PROFESORES DE OBSTETRICIA

"Me habría gustado mucho que mi descubrimiento fuese de orden físico, porque se explique la luz como se explique no por eso deja de alumbrar, en nada depende de los físicos. Mi descubrimiento, ¡ay!, depende de los tocólogos. Y con esto ya está todo dicho... ¡Asesinos! Llamo yo a todos los que se oponen a las normas que he prescrito para evitar la fiebre puerperal. Contra ellos, me levanto como resuelto adversario, tal como debe uno alzarse contra los partidarios de un crimen! Para mí, no hay otra forma de tratarles que como asesinos. ¡Y todos los que tengan el corazón en su sitio pensarán como yo! No es necesario cerrar las salas de maternidad para que cesen los desastres que deploramos, sino que conviene echar a los tocólogos, ya que son ellos los que se comportan como auténticas epidemias..."

Este gesto empeora su situación pública y comienza un período de declive intelectual, en el que llega a pegar pasquines por las paredes de su ciudad en los que advierte a los padres de las mujeres embarazadas del riesgo que corren si acuden a los médicos.

Sufre alucinaciones, busca tesoros escondidos en las paredes de su casa y finalmente es internado en un asilo. Algunos autores han sugerido la posibilidad de que Semmelweis hubiera padecido durante estos años algún tipo de demencia precoz, o Alzheimer.

En abril de 1865, tras presentar síntomas de mejoría, es dado de alta. Aprovecha su libertad para entrar en el pabellón de anatomía donde, delante de los alumnos, abre un cadáver y utiliza después el mismo bisturí para provocarse una herida. Skoda acude a Budapest, pero tras tres semanas de fiebre y los mismos síntomas que los de las mujeres que tantas veces vio morir, él mismo fallece a los 47 años en brazos de su profesor.

El Hospicio General de Viena es actualmente un edificio rosa con verja negra; en su interior puede verse la estatua de un hombre sobre un pedestal que representa al profesor Semmelweis. Bajo la efigie se ha colocado una placa con la inscripción: "El salvador de las madres".

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(la foto del monumento no es el que aparece en Wikipedia. Ese es un busto de la emperatriz Sissí en el hospital Semmelweis. La foto original la podéis ver aquí. También hay una estatua en su honor delante de Instituto de Patología de la universidad Semmelweis en Budapest).

¿Simplemente un loco? ¿Un mártir por la ciencia? ¿Tendría algo que ver el desprecio y desprestigio profesional y personal que sufrió con su posterior demencia? Su historia nos emocionó a los dos. A mi, profundamente, y no se me va de la cabeza. Me recordó a Consuelo, otra adelantada a su tiempo, incomprendida, que también ‘osó’ dirigirse en carta abierta a los obstetras de su tiempo… los dos me recordaron una gran cita, no recuerdo ahora de quién, que afirmaba que ‘todos aquellos que quisieron traer luz, fueron colgados de un farol’… Qué frustrante debe ser el ver la cosas con tanta claridad, y que todo el mundo insista en llamarte loco… murieron sin recibir el reconocimiento debido, menos mal que el tiempo acaba poniendo todo en su sitio.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Por fin te encontré…

No me puedo quitar esta tonadilla de la cabeza, y aún en mi caos, sé que debe ser por algo. Me quiere decir algo, y en un momento u otro caeré del guindo…

Estuve hablando de ella con mi amiga Amaya. I finally found someone, de Barbara Streisand y Bryan Adams, fue la canción que abrió el baile de nuestra boda. No era ‘nuestra canción’, porque creo que el papá de Mateo la desconocía hasta que yo se la mostré. No fue una lenta que nos enamoró en ninguna discoteca (si es que eso ocurre ya en algún sitio! :)). En realidad era mi canción, la canción con la que le soñaba a él, mucho tiempo antes de conocernos.

Fue parte de la banda sonora de mi tiempo en Minnesota. Cómo me gustaba escucharla cuando recorría el barrio colindante al colegio, los domingos soleados, cuando iba a pasear con la excusa de comprar cualquier chuchería. Era libre y feliz, un momento verdaderamente dulce de mi vida. Viajando por el mundo, conociendo otras personas, otras realidades, aprendiendo tantas cosas… era muy feliz disfrutando de mi ‘soltería’ y mi independencia, como no estaba atada a nada, podía entrar y salir, ir y venir sin mayor preocupación. Estaba empezando a aceptar que quizá mi camino por la vida habría de ser así, en un coche monoplaza. Cada vez me parecía más que quizá no existía un compañero de vida para mi. Siempre he pensado que no pedía gran cosa, pero no la encontraba por ninguna parte. Algunos me ‘sugirieron’ que era demasiado exigente. Y que iba a ser complicado que encontrase un hombre que aguantara mi carácter y compartiera mis ideas. (Ante esto, aún me siguen dando ganas de reirme, porque aunque tengo mi carácter, como espero que todo el mundo, no veía el impedimento por ninguna parte…) Pero tenía claro que ni mi carácter era tan insoportable ni mis ideas tan disparatadas ni difíciles de comprender. La vida me presentaría un candidato a la altura, o no me resignaría con un ‘segundo premio’. Cuanto más miraba a mi alrededor, más me daba cuenta de que efectivamente, muchísimo mejor sola que mal (o mediocremente) acompañada. Pero cuando escuchaba aquella canción, soñaba con que fuera posible, que sí existiera… ah, Por fin encontré a alguien…

Volvamos al presente. El día que hablo de esta canción con mi amiga, ponen en la tele ‘Orgullo y prejuicio’. Vaya por adelantado que Jane Austen no es santo de mi devoción, no lo son sus libros y por ende tampoco las películas basadas en sus libros. Pero la escena (interpretada por Keira Knightley y Matthew Mcfadyen) en la que Elizabeth y William ceden a sí mismos y se besan por primera vez, me llegó al alma. Muchas escenas de besos en la mayoría de las películas son insulsas y parte del previsible final muchachitabuenasequedaconelmuchachitobueno. En esta escena pride_and_prejudice_-_kissing

me pareció que se miraban así, como diciendo, ‘Dios, por fin te encontré, pensé que no existías…’. Es el momento en que dos almas gemelas, al fin, se re-conocen, se encuentran. Hay como un suspiro de alivio, de alegría, de decirse a uno mismo ‘yo sabía que tenías que estar en alguna parte’, y ‘¿¿¿¿dónde coño te habías metido??? llevo toda mi vida buscándote!’ XDDDD

En un escenario muchísimo menos glamuroso, más típica del cutrelux de las pelis de Almodóvar, así me sentí yo cuando el papá de Mateo me besó por primera vez. Me daban ganas de salir al balcón de aquella calle Edison y gritar, ‘¿Lo veis?¿Lo veis? No estaba loca!!!! Existe!! Existe, está aquí conmigo, acaba de besarme, y aunque me amarrárais con cuerdas al suelo, no podríais evitar que me sienta levitar a más de un metro del mismo :)))))’

Ha llovido mucho desde entonces. Las almas gemelas también discuten, tienen crisis, se rehacen, el mundo exterior les afecta… pero todo es sobrellevable cuando miras al otro, en el peor de los enfados, y sigues pensando que no os equivocásteis. Sigues pensando que no podrías ser más feliz con nadie más. (Ya estoy moqueando… qué carácter ni qué carácter, si soy una blandita, estoy hecha de magdalena pura!)

Sigues pensando qué suerte que por fin encontré a ese alguien…

domingo, 16 de mayo de 2010

2 de abril, 2009. 3.13 am.

Ostras!!! qué ha sido eso??? :)))

Una contracción. Una contracción ‘de las de verdad’. No aquellas de Braxton Hicks que tenía hasta ayer, que se te ponía la tripa dura y ya está. Cómo pinchaaaaaaaaaa.

Me levanto (y no sé que aún me quedan 32 horacas para ser madre!!! jajajajajaja) ¿Habrá sido una casualidad? voy a esperar… ostras, que no, otra! y al ratito, otra. Y desde luego, mucho mejor de pie, o sentada, que tumbada. Intento calmarme, respiro profundamente cuando llegan y funciona. Y ya me digo a mí misma ‘yo no he hecho esto antes, pero yo diría que estoy de parto’ XDDDDD

No sé cuánto tiempo paso en el salón, vagabundeando, hasta que me decido a llamar al papá de Mateo, que dormía plácidamente hasta ese momento. Le cuento la situación y no recuerdo muy bien, pero creo que tardó en enterarse más o menos lo que cualquier otro día… una hora o así después de levantarse de la cama :)))) y yo le pregunto, qué inocente ‘¿desayunamos?¿podré comer?¿me dará tiempo?’ (y luego, ¿y comer?, ¿y merendar? ¿Y cenar???). Pasamos la mañana contando contracciones y apuntando, en un papelito que aún tengo guardado en la cartilla de embarazo y que ahora no sé dónde coño está (desastre de casa). Pasamos el día tranquilos, en casa, porque yo tenía un miedo bastante idiota a salir y romper aguas en la calle (lo mismo por si se resbalaba algún vecino!), con lo bien que me habría venido el paseo… vemos la tele, me pateo el pasillo, sigo respirando profundo, merendamos, y seguíamos apuntando, porque variaban los tiempos, pero aquello no paraba. Y era jueves. Cenamos y vemos Águila Roja :) la cosa empieza a apretar y pienso en meterme en agua calentita un ratito. Y al principio bien, pero luego me encuentro incómoda en la estrechez de la bañera, no encuentro postura. Como las contracciones empiezan a juntarse cada 5 minutos, decidimos marcharnos para el hospital.

3.13 am del 3 de abril.

Justo 24 horas después, ingreso en el hospital. Y aquí se acaba la relajación de mi parto, que hasta aquí, había sido bonito y tranquilo. Me exploran. ‘Estás de 3 cm, casi 4’. Ponte aquí. Quítate las bragas. Me afeitan medio chichi (no veas después qué trabajito pa’ igualarlo…). Tú tienes que esperar ahí fuera –a mi marido-. Tú, ven para la habitación. La habitación de dilatación es enorme, una habitación como las de planta, pero con una sola cama. Una enfermera o comadrona, no lo sé, viene y me dice que me tumbe, que me tiene que poner un enema. Le intento decir que vengo ‘cagada’ de casa (en palabras más finas, que también sé) y si puede no ponérmelo, pero me dice que no. Que también venía ‘cagada’ nosequién, y ha puesto todo perdido. ¿¿¿¿??? Que esto es más cómodo para todos, para ellas y para mi. Me dan ganas de decirle que sólo es más cómodo para ellas, pero me callo, total para qué. Le ponen las cuñas y limpian a mucha gente, pero a una parturienta no pueden? ¿les dará más asco? ¿se lo prohibirá su religión? No me tongarían con el cuento de las infecciones: ya he leído a médicos en el PubMed que han demostrado que la aplicación de enemas para que las mujeres no evacuemos durante el parto no influye a la hora de evitar infecciones. Y como es molesto e incómodo para las mujeres y puede causar hiperdinamia uterina, se desaconseja su uso. En el Clínico no han debido leer este paper. La matrona nos había dicho que sería un microlax, pero resulta ser un enema Casen de 250. Echo hasta lo que no me he comido todavía (luego quieren que lo hagas antes de darte el alta, a alguna con amenaza de dejarla allí hasta que no cague, surrealismo puro). No me puedo levantar de la taza del váter en casi 40 minutos, y entre medias me empiezan a dar unas contracciones de escándalo. La misma señora de antes me dice que me de prisa en salir del váter, que qué estoy haciendo ¿¿¿????, ‘que me tienen que pinchar el antibiótico que no va a dar tiempo’. Intento mantener la calma, pensar que sólo está haciendo su trabajo, pero estoy desancajada. Cuando por fin puede entrar mi marido, al que se le desencaja la cara al verme es a él. Pálida como una muerta y con una tiritona incontrolable. Sin sentir frío ninguno. La ‘gran cagada’ me deja las piernas que no me tengo casi de pie. Y tiemblo tanto, sin capacidad de serenarme a mi misma, que pierdo el control de las contracciones. De repente, ya, ni sé respirar, ni nada. La (esta vez sí) matrona que viene me dice que me tengo que calmar, que estoy muy nerviosa. ¿¿¿??? intento dejar de temblar, pero no puedo. Me ofrece ponerme la epidural, que ya tengo la dilatación suficiente. Yo no quiero, quiero intentar aguantar lo más posible sin ella, y de hecho lo que me gustaría es no ponérmela en absoluto. El dolor empieza a poderme, y me la ofrecen hasta dos veces más, y al final, acepto, porque siento que no puedo más. La anestesista es maja, y me pincha muy bien, no siento nada de dolor ni de incomodidad. Y enseguida noto un gran alivio. Tanto que empiezo hasta a sentir el hambre que tengo.  Ahora ya, tienes que estarte en la cama, y lo más quietecita que puedas para que no se te mueva el catéter de la espalda. Y monitor continuo, claro.  Al rato, empiezo a sentir muchísimo dolor en el lado izquierdo. Siento cada contracción, todo en el mismo lado. Contracciones que se salen del gráfico sin tener ni oxitocina pinchada (menos mal…). Creo oír que será que es que ‘se me ha ido al lado derecho, claro, es que se habrá movido’ ¿¿¿¿???? me dicen que intente echarme hacia el lado contrario. Lo poco que puedo, desde luego no funciona. No hay más solución. El tiempo pasa, aunque yo no sé cuánto. Voy avanzando, me dicen los centímetros. Vienen a romperme la bolsa. Que siendo estreptococo positivo, no sé a qué viene, no se supone que protege al niño? el líquido sale un poco amarillento, oigo que hay algo de meconio. Pasa más tiempo, y parece que hay un susto con el latido de Mateo, que está haciendo no sé que. ¿Bradicardia, puede ser? Yo no sé lo que es, pero me pongo nerviosa, y pienso que es por culpa de haberme puesto la dichosa epidural. Y ‘es que no baja, no baja, está muy alto’. Cómo coño no va a estar alto, si debo llevar 6 horas medio tumbada, sin moverme… Me dicen que me ponga de lado, y que cuando llegue cada contracción, empiece a empujar. Yo no sé si estoy dilatada del todo, e intento empujar con las contracciones, pero no siento ganas de empujar. Ni las sentí en ningún momento. Me toco un poquito, como con miedo, y noto lo abultado que está. Pasa más tiempo, y vienen a buscarme. Cambia el turno, mi matrona se despide y dice que siente no estar conmigo hasta el final, que pasará a vernos el domingo por la planta. Viene otra. Ya estás lista para ir a paritorio. ¿Ya? No tengo noción del tiempo, me parece que es hasta demasiado pronto. Juro por Dios que no sé si fui en camilla, en silla o me llevaron entre dos, lo que sé es que por mi pie no iba, porque tenía completamente dormida la pierna derecha. En la cama de paritorio me dicen que empuje cuando sienta el pico de la contracción, e intento hacerlo a pesar de que el dolor a veces no me deja ni empujar, porque además, sigo sin tener esas ganas irrefrenables de hacerlo que he oído a otras mujeres que se sienten cuando llega el momento. Esta matrona me ve y dice enseguida que necesito ‘una ayudita’ y yo estoy tan ida que empiezo a fliparlo pensando que se refiere a una cesárea. Un señor dice por detrás de ella (no sé quién, médico, matrón, estudiante…) que quizá pueda pasar sin la ayudita ‘no lo ves? si ya está casi fuera’. A ella no se lo debió parecer, porque corta. Yo no siento nada, ni lo oigo (mi marido me dice después que el sonido es francamente desagradable). Unos cuantos empujones, y me dicen que tiene el pelito muy moreno. Unos empujones más, sale la cabecita entera, y luego el cuerpo. Son las 11.25 am. Cuando me lo van a poner encima, la primera en la frente: el cordón se rompe entre los clamps y su tripita y sale la sangre a chorros, se lo llevan en volandas sin que llegara ni a posarse sobre mi. No sé que oigo de que el cordón estaba ¿macerado? Y mi marido dice que es así, que el cordón a esa altura estaba como estropeadillo (nadie me explica nada más, ni en los días siguientes tampoco, acerca de ese suceso).Le queda poquita tripa para poder hacerle el ombligo, pero se puede.  A lo lejos, le oigo llorar. ‘Ese es él, verdad? ¿está bien? ¿cuándo viene?’ Ay… por fin le traen y puedo besarlo y darle la bienvenida a este ‘cochino’ mundo :) tiene el pelo negro azabache, y no sé cómo puede estar tan moreno, pensé, se me ha velado el carrete! con los ojos abiertos de par en par, nunca voy a olvidar esa mirada. La misma mirada atenta que al parecer llevó a las puertas del paritorio, donde le vieron mis padres y mis hermanos. Ya sé que 2,800 no está tan mal, pero a mi me pareció tan flaquito, el pobre… en algún momento por ahí, alumbro la placenta (gracias, me entero al cabo de los meses, a que entonces me pincharon oxitocina; me entero porque me lo dice mi marido, que lo vio, porque a mi ni me preguntó nadie ni me pidieron opinión. En las jornadas me enteré que también es parte del protocolo. Si se tomaran un poco más de tiempo, quizá con la oxitocina propia de la primera tetada sería suficiente… pero, otra vez, quién soy yo…) Y viene lo peor de todo el parto: la labor de ‘costura’. Sí, sí, lo peor, y ya habían pasado 32 horas. Es lo que recuerdo con más desagrado. Hoy sigo acordándome de lo que he leído de Consuelo acerca de las episiotomías, y sigo preguntándome que es lo que lleva a una mujer a mutilar alegremente a otra (y no sé si en mi caso sería alegremente o con causa, pero está más que demostrado que en este país se hace la episiotomía en muchos casos ‘porque sí’). Vuelven Mateo y su papá, y nos vamos Mateo y yo a una habitación común a reposar las dos horitas de rigor. Ese es el momento mágico de mi vida. Dos horas mirándonos a los ojos, cogiendo y dejando la teta, contándole no sé qué historias. Hay otras mamás en ese bello estado de shock, enamorándose de sus hijos. Entra el sol por la ventana, que está justo a nuestro lado. Hablo con él, y hablo con Dios. Le pido cosas, le doy gracias. Siento como si el mundo se hubiera parado :) para nosotros, en aquel instante.

Cuando ahora miro atrás, veo las cosas que me gustaron y las muchas que no me gustaron de mi parto. Espero haber aprendido de todas. Pese a todo, me parece que merece la pena ser mujer sólo por vivir ese acontecimiento aunque sea una vez en la vida. Nace un hijo, pero también nace otra mujer. La misma, pero distinta. Mucho más fuerte, y mucho más poderosa. La experiencia te deja esta consecuencia tan buena incluso cuando no ha sido un parto natural y respetado, así que si lo es, no puedo ni imaginar cómo se sentirá una. Pero me gustaría llegar a saberlo algún día. Yo estoy deseando repetir, rarita que es una…

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miércoles, 12 de mayo de 2010

Jornadas de Parto Natural en Salamanca

cartel_web Los pasados 7 y 8 de mayo, el Colegio de Enfermería de Salamanca organizó unas jornadas muy interesantes sobre el parto natural (se puede ver el programa aquí). Antes de nada quería agradecerles, y en especial al comité organizador, la idea y la puesta en marcha, porque las ideas necesitan convertirse en palabras, y las palabras ser lanzadas al aire, discutidas y compartidas.

A pesar de ser unas jornadas dirigidas a profesionales sanitarios, pude asistir junto a mis compañeras de Leche Mágica, pues se presentaba el grupo en las jornadas y fuimos bienvenidas como oyentes. Cuando supe que las jornadas sólo iban a ser para profesionales, con mi habitual genio, me indigné muchísimo. ¡Pero si las principales interesadas en que los partos mejoren somos las mujeres de a pie! ¿Por qué no pueden compartir los conocimientos con el público en general? Bueno, pues en este caso, porque no. Porque efectivamente era una transmisión de conocimientos entre profesionales. La idea sería que estos conocimientos fueran transmitidos al público general a través del sistema sanitario por estos mismos profesionales.

No pude estar en la conferencia inaugural, pero sí llegué a la primera mesa redonda. Esta estaba a cargo de dos ginecólogos, el doctor Juan Luis Lanchares y el doctor Longinos Aceituno, y una matrona del hospital universitario de Salamanca, Engracia Guinaldo. Como oyente, no tenía acceso a la documentación, pero tomé varias notas de cosas que vi y escuché. De la intervención del doctor Lanchares, me quedé con la importancia que tiene un partograma bien hecho y bien interpretado, y con dos frases que llamaron muchísimo mi atención. Una, sobre el uso de oxitocina a discreción, era “¿Por qué voy a fustigar un caballo que cabalga bien?”, y otra, con respecto a la rotura artificial rutinaria de bolsa, era “La bolsa es el casco del motorista”.  Según el doctor, hay varias cosas que no deberían admitirse, como inducir sin indicación verdaderamente justificada (no valen ni la prisa/impaciencia de la parturienta ni del profesional, ni que ‘ya lleva dos días en planta’, por poner dos ejemplos); no debería admitirse el no respetar la fase latente de parto, iniciando los tratamientos con oxitocina demasiado temprano (pues lo general es que cause hiperdinamias uterinas); tampoco debería admitirse el no informar a las parturientas de los procedimientos que se les hacen, más allá de decirles ‘te voy a hacer esto, o te voy a hacer lo otro’; ni diagnosticar incorrectamente (supongo que dentro de lo posible dentro de los conocimientos que debe tener cada profesional). Me llamó mucho la atención su opinión sobre la analgesia epidural, y es que está demostrado que su uso suele ‘ralentizar’ los partos, y los hace más candidatos a una mayor instrumentalización de los mismos. No lo digo yo (que también lo creo, y aún así, accedí a usarla), no lo dice ningún hippie alternativo super fan del ‘todo natural’: lo dice un catedrático en obstetricia y ginecología. También apuntó cuándo la evolución de un partograma puede dar las pistas acerca de una hipodinamia del parto, momento a partir del cual sí está justificado intervenir. Y también apuntó las nociones de cómo ha de ser la administración de oxitocina. Que según como yo lo entendí, y lo transcribo con lenguaje de la calle, sería poco a poco, respetando períodos de observación para ver si tiene efecto o hay que subir las dosis, y no empezar ‘a chorro’, porque lo único que provoca es la nada deseable hiperestimulación del útero (con sus negativas consecuencias para madres y para bebés). Según el doctor, uno de los absurdos más grandes que se pueden dar en una actuación en paritorio es hiperestimular con oxitocina (por pasarse) y tener que frenar después esa estimulación con tocolíticos. Acerca de los MIR, comentó que hoy en día no están bien entrenados debido a la menor motivación de sus instructores para enseñar, y a una mala formación en fisiología obstétrica. Y para acabar, dos ideas que ya había escuchado antes de otros profesionales: nunca hay que obligar a pujar antes de que haya dilatación completa (de mi cosecha, añadiría que después tampoco, pero no soy quién), y que la maniobra de Kristeller es un ANATEMA OBSTÉTRICO. Es bien sabido que entre sus posibles consecuencias están la lesión de los bebés, la rotura de útero y la rotura de vagina. Y de nuevo no, no lo digo yo, lo dice el mismo catedrático de obstetricia y ginecología de antes.

Del doctor Aceituno me gustó la presentación de datos y resultados del hospital donde trabaja, el de Huércal-Overa, en Almería, del que ya había oído hablar en otras ocasiones (como ejemplo de ‘mejores prácticas, y más respetuosas’ que la media conocida). También un análisis que presentó acerca de las causas del descenso en la morbimortalidad materna e infantil en España, en el que junto a los innegables avances científicos de la medicina, tenían igual peso las mejoras sociales (como una mayor higiene generalizada,  o el acceso de la mujer a la educación), y en cualquier caso lo más acusado de ese descenso había ocurrido previo a la aparición de los grandes hospitales como el de La Paz en Madrid.

De Engracia Guinaldo me gustó su espíritu. Un espíritu de rebeldía empeñado en hacer las cosas ‘de otra manera’ que me temo que muy a menudo no es bien recibido ni entendido por sus propios compañeros de servicio, y no digamos ya por parte de unos usuarios que frecuentemente no saben de qué va la cosa. Creo que fue un poco exagerada cuando proponía prohibir la entrada a paritorio a los acompañantes de las futuras madres, pero entiendo su razonamiento. Entiendo que haya muchos maridos, y muchas abuelas, que lo único que hacen es estorbar, a sus mujeres/hijas, y al personal médico. Que no están preparados, ni en cuanto a conocimientos básicos del proceso, ni emocionalmente.  Como después dijo el doctor Lanchares, las mujeres necesitan a sus acompañantes porque, como yo digo, el hospital es un ambiente hostil para una parturienta. No conoces a quien te va a atender. No confías en las personas que están allí (por mucho que te esfuerces en confiar en que son profesionales, saben lo que hacen y deberían estar por hacer todo el bien posible) Por eso es necesaria una presencia conocida, aunque a lo mejor te haga flaco favor a la hora de la verdad.

Por problemas de incompatibilidad de horarios entre la maternidad y el trabajo (en este caso de mi marido, que es el único que me podía dar relevo para asistir a estos eventos que tanto disfruto), me perdí la primera ponencia de la tarde, “Implementación de protocolos de parto natural en la apertura de un hospital público”, a cargo de L.Ignacio García Ventura, supervisor de la unidad de paritorio del hospital Infanta Leonor de Madrid (y que seguro que fue harto interesante). A la siguiente ponencia del viernes por la tarde, que ofrecía María Sierras Mata, matrona del hospital Nuestra Señora de Sonsoles, en Ávila, acerca de la importancia del contacto piel a piel… llegué cuando estaban ya aplaudiendo y despidiéndose… :( corrí mucho, confié en que al más puro estilo español, la pausa para el café se alargara un poco y… me fallaron los cálculos. A casa otra vez.

El sábado por la mañana me levanté bien tempranito, dispuesta a estar allí la primera, y hasta el último segundo :) desayuné y me preparé con la ilusión de la que va al cole por primera vez. Caminaba sola por la calle, en el fresquito de la mañana, sonriendo para mis adentros. Dejaba a mis chicos un ratito (durmiendo casi todo el rato jajajjajaajja) para hacer ‘esas cosas raras que tanto le gustan a mamá’, juntarse con otras personas y escuchar y hablar de temas muy interesantes. Primera ponencia: Anabel García Carabantes, matrona y secretaria de la asociación Nacer en Casa, sobre el parto domiciliario. Me gustó que, como matrona, recordase a las matronas en el público que tienen formación y titulación que las capacita para hacerse cargo del cuidado de embarazo, parto y postparto sin tener que estar ‘a la sombra de nadie’ (que no sin ayuda de nadie) cuando se dan las condiciones necesarias (principalmente, la ausencia de patologías graves de mamás y bebés). Como digo, me falta la documentación, pero ella sí señaló dónde se encuentran los marcos legales que describen las capacidades de una matrona, y que la permiten ejercer como un sanitario autónomo. De su charla sólo tomé un apunte, y fue el recordatorio de que (y esto tengo que investigarlo despacio y desarrollarlo en otro post) en la Ley del Paciente se especifica que entre las responsabilidades del paciente están el BUSCAR INFORMACIÓN, Y TOMAR DECISIONES (se entiende, decisiones informadas). Tengo la impresión de que, en una gran mayoría de los casos, los usuarios de la salud, nos ‘dejamos en manos’ de los profesionales, y sí, hay que dejar hacer al que sabe más que uno, pero hasta un punto. Y buscar información no significa tener que estudiar medicina, ni conformarse con lo que uno encuentra en el primer resultado del Google. Buscar información es preguntar a tu médico, enfermera o matrona, y que te expliquen bien lo que no te queda claro. Y que si eso no es posible o no es suficiente, busques información FIABLE en otras fuentes, como internet o bibliográficas, y demandes una segunda opinión (o más) de otros profesionales. Y a partir de una BUENA información, tomes una decisión. Una decisión que nunca estará exenta de error. Ya no somos una población mayormente analfabeta, y es más, vamos camino de ser la población española con el nivel de estudios superiores más alto de la historia. Si sabemos leer, y tenemos capacidad de raciocinio, sólo eso ya nos autoriza a tener una opinión, que por supuesto, nunca puede estar por encima de un especialista en una materia, pero debe contar. Mi análisis es que la gente prefiere que otros decidan por ellos, especialmente en lo que obstetricia  refiere, para que en caso de error, poder echarle la culpa a otra persona. Como me dijo hace muy poco una buena amiga: SABER IMPLICA RESPONSABILIDAD.

Parir en casa no es una moda, ni es para todo el mundo, tienen que darse unas condiciones y se ha de estar muy preparado y consciente. Pero es seguro, y sin duda, recomendable.

Durante la pausa para el café tuvimos la oportunidad de saludar a Anabel, pero como para con todos los ponentes, éramos tantas las personas que queríamos hablar con ellos, que no daba tiempo a tener una buena charla en condiciones… es la peguita que tienen las jornadas de cualquier clase…

Después habló la doctora Concha de Alba, neonatóloga de hospital 12 de octubre de Madrid. Su ponencia se titulaba “Lactancia  materna, algo más que leche”. Y vaya que si lo es. La leche materna es un producto increíble en general, pero para los recién nacidos prematuros, es mucho más increíble aún. Y de nuevo, no es algo de hippies, ni de marcianos, ni simplemente algo de sentido común (que lo es, y aplastante) si no que la evidencia científica, a través de muchos estudios, lo demuestra con una rotundidad que no deja lugar al relativismo. En el 12 de octubre están muy concienciados de esto, y  dan ejemplo al resto del país con su banco de leche materna y su insistencia en el contacto piel con piel desde el nacimiento. Esos bancos de leche tendrían que estar tan extendidos como los de sangre, o que al menos hubiera uno por cada unidad de neonatología. La doctora de Alba recalcó la importancia de que el parto sea un proceso lo más natural y respetado posible para que el éxito de la lactancia no se vea comprometido. Algo que yo creo y comparto a pies juntillas, porque si bien hay casos de lactancias exitosas después de partos horribles y cesáreas, para mi, en esto, A lleva a B, que lleva a C. Y si estropeas la A, lo pones mucho más difícil en la B, y compras muchísimas papeletas para joder la C… varias de las que estábamos allí de oyentes asistimos (bastante sorprendidas) a la interpelación de una matrona que cuestionaba que el uso de la epidural interfiriera con la lactancia, puesto que en su hospital (no sé si el clínico o la Santísima Trinidad), el uso de la epidural era casi el de la totalidad de las parturientas, y decía que la tasa de éxito en la lactancia era del (creo recordar) 98%. Lo que nos hizo soltar un instintivo JA! a las madres del grupo de lactancia que allí nos encontrábamos, que supusimos que ese 98% se referiría a las 48 horas de media que uno permanece en el hospital después de parir, porque esas cifras desde luego no se corresponden con la realidad, ni siquiera de las madres que amamantan sólo hasta los 3 primeros meses (se hayan o no se hayan puesto epidural).

Y a continuación, Patricia presentó Leche Mágica a los participantes. Mostrando la página web, donde nos ponemos en contacto, donde nos consultamos dudas fuera de las reuniones, nos proponemos cosas, y reflexionamos. Los profesionales de la obstetricia (y pediatría) han de estar concienciados de la gran importancia de la lactancia materna, y en la medida de lo posible, estar formados en ella para poder ayudar a las madres en cuanto se tropiezan con los primeros problemas, tan frecuentes por otra parte, y que ante la ‘aparente’ falta de solución (la tienen, pero a menudo no se sabe dar con ella), provoca el abandono temprano (y no deseado, a menudo) de la misma. Han de estar concienciados y formados, pero además pueden y deben contar con los grupos de apoyo a la lactancia como Leche Mágica, porque aunque desgraciadamente nadie en el grupo ostenta aún el título de consultora de lactancia, hay madres con suficiente experiencia y que se han formado de manera muy autodidacta pero eficiente como para poder dar solución a muchos de esos problemas, y la lucidez para derivarlos a especialistas si ello es necesario. Los grupos de apoyo están formados por madres, son relaciones de igual a igual, y pueden ofrecer el tipo de consuelo y ayuda que toda mujer necesita llegado el caso. Que muy a menudo suele ser nada más (y nada menos) que confianza en sí misma, comprensión y palabras de aliento, y que le recuerden que está haciendo lo correcto. Afortunadamente, y como Patricia comentó, en el grupo también contamos con pediatras y matronas que nos 0frecen su visión profesional de cada asunto.

Las jornadas tuvieron por título : “Parto natural. Una realidad”. Pero lo cierto es que aún estamos muy lejos de esa realidad. Al menos, aquí en Salamanca. Los cambios se contemplan con mucha reticencia, por todos los lados, tanto por el sanitario como por el del público. Me chocó saber, el sábado, que el jefe del departamento de obstetricia y ginecología en el Clínico era el doctor Lanchares. Me chocó, porque las cosas que le había oído y que tanto me gustaron tengo la sensación, por mi experiencia y lo que he oído de otras madres, de que se llevan a la realidad poco o nada en ese hospital (ni en los demás, vaya). Salvo que tengas suerte y caigas en manos de unos pocos profesionales que sí están interesados en hacer las cosas no sólo diferentes, sino MEJOR. A riesgo, estoy segura, de llamadas de atención de superiores y recelos de sus propios compañeros. ¿Cuál es, entonces, la verdadera línea que se sigue allí? Vale, creemos que la epidural tiene efectos adversos en el parto, ¿y cuáles son sus alternativas para el manejo del dolor? Creemos que ciertas manipulaciones rutinarias molestan y son innecesarias, y entonces ¿por qué se siguen haciendo rasurados y poniendo enemas? ¿Por qué la monitorización fetal continua, y no en ventanas, cuando todo marcha bien? ¿Por qué la prohibición de beber y comer cuando el síndrome por aspiración es tan raro y sólo afecta cuando hay anestesia general, y no epidural? Y le doy a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César. Porque estoy  de acuerdo con los profesionales que se quejaban de que una gran parte del servicio estaba ocupado con pacientes prodrómicas. O sea, las que a la primera contracción se van para el hospital. Y eso es un fallo en la educación prenatal, tanto en la que se debe recibir a través del sistema como en la que una misma debería molestarse por obtener. Si no hay problemas mayores, como que se rompa la bolsa y pasen X horas, o líquido teñido, tensión alta, o contracciones seguidísimas y rítmicas, donde mejor está una mujer pasando esas contracciones primeras es EN SU CASA. Donde puede caminar, sentarse, dormir si le apetece y puede, comer, beber y hacer una vida normal hasta que decida trasladarse al hospital porque cambien esas circunstancias y se acerque el momento. Poner a los sanitarios contra la espada y la pared para que te ingresen (cuando ellos tampoco lo consideran necesario) es exponerte a una mayor intervención posible de tu parto. Cosa que a muchas encantará, porque lo que quieren es que todo acabe cuanto antes y enterarse de lo menos posible. De nuevo, fallo en la educación prenatal.

(El asistir a este encuentro me supuso un peaje emocional tremendo (tremendo no es negativo :)). Creo que mis otros cisnes saben de lo que hablo, como dice Ana Isabel, las lágrimas se pueden compartir de formas muy diferentes (y a veces, como en esta ocasión, incluso bellas). Así que agradezco de nuevo la posibilidad que me han dado de acumular más conocimiento, tanto de cosas como de personas, y sólo espero que den su fruto, que cada uno de los que asistimos podamos ser útiles cada uno desde nuestro humilde puesto para poner una losita más en el camino del cambio. Creo fielmente en las palabras del doctor Odent cuando dice que la forma en la que nacemos determina el mundo en el que vivimos. Hagámoslo lo mejor posible.)

Imagen:

http://www.enfermeriasalamanca.com/htmltonuke.php?filnavn=html/cartel_web.html

domingo, 9 de mayo de 2010

“El don del exilio”

Dedicado a Ale, a Ana Isabel, a Alicia, a Patri, a Maria José, a Mariluz, a Raquel, a Laura, a Andrea, a Encarna, a Miguel Angel… gracias, a tod@s vosotr@s, cisnes, amigos de cariño y de leche :)

En la distancia, que algún día ojalá se recorte y tenga la dicha de conoceros, también está dedicado a Ileana y a Irene.

Por supuesto también, a mi hermana Elena, que ha compartido la experiencia conmigo del ‘exilio’ geográfico y emocional.

Este es un extracto de Mujeres que corren con los lobos, de la doctora Clarissa Pinkola Estés. Se llama ‘El don del exilio’, y está dentro del cuento de ‘El patito feo’.

“Si has intentado encajar en algún molde y no lo has conseguido, probablemente has tenido suerte. Es posible que seas una exiliada, pero has protegido tu alma. Cuando alguien  intenta repetidamente encajar y no lo consigue, se produce un extraño fenómeno. Cuando la proscrita es rechazada, cae directamente en los brazos de su verdadero pariente psíquico,  que puede ser una materia de estudio, una forma artística o un grupo de personas. Es peor permanecer en el lugar que no nos c0rresponde en absoluto que andar perdidas durante algún tiempo, buscando el parentesco psíquico y espiritual que necesitamos. Jamás es un error buscar lo que una necesita. Jamás.

Toda esta torsión y esta tensión tienen una utilidad. El exilio consolida y fortalece en cierto modo al patito. Aunque se trata de una situación que no le desearíamos a nadie por ningún motivo, su efecto es similar al del carbón natural puro que, sometido a presión, produce diamantes y, al final, conduce a una profunda magnitud y claridad de la psique.

Es algo así como un procedimiento alquímico en el que la sustancia base de plomo se golpea y se aplana. Aunque  el exilio no sea deseable por gusto, contiene una inesperada ventaja, pues sus beneficios son muy numerosos. Los golpes que se reciben eliminan la debilidad y los gimoteos, agudizan la visión, incrementan la intuición, otorgan el don de una perspicaz capacidad de observación y una perspectiva que los que están “dentro” jamás pueden alcanzar.

Aunque el exilio tenga aspectos negativos, la psique salvaje lo puede soportar, pues acrecienta nuestro anhelo de liberar nuestra verdadera naturaleza y nos induce a desear una cultura acorde con ella. El anhelo y el deseo hacen por sí solos que una persona siga adelante. Hace que una mujer siga buscando y, en caso de que no logre encontrar una cultura apropiada, hace que ella misma se la construya. Lo cual es muy bueno, pues, si se la construye, un día aparecerán misteriosamente otras mujeres que llevaban mucho tiempo buscando y proclamarán con entusiasmo que era eso lo que tanto ansiaban encontrar.”

El patito feo

Imagen:

http://latinamericantreasures.com/store/ugly-ducklingel-patito-p-239.html?language=es&osCsid=b615bdac58e12701491428801a7663dc

jueves, 6 de mayo de 2010

Día Internacional de las Matronas

Ayer, 5 de mayo, era el día internacional de las matronas, vengo con un poco de retraso.

midwife

Nunca he sabido si hay alguna diferencia entre los diferentes términos: matrona, comadrona, partera… Sí las implicaciones, porque partera suena a la mujer que realizaba el mismo oficio, pero hace muchos años y sin titulación académica. En Matronas en el tiempo he encontrado una clave: “El nombre Matrona y sus variantes partera y comadrona, se registran en la biblia y en cada continente para definir a la mujer sabia, con habilidades específicas para atender a la madre y su criatura durante la gestación, el parto y el cuidado posparto. Se le asignan muchos atributos.” De hecho, en francés, se dice sage-femme (mujer sabia)

El oficio de la matrona me apasiona. En primer lugar, porque es una profesión dedicada enteramente al cuidado de la mujer. Y el de las matronas que asisten partos, aún más. Ser testigos de la llegada de nuevos seres a este mundo, sin ser la madre, me parece un privilegio. Seguro que tienen que pasar momentos tensos y difíciles cuando las cosas se complican, todos los oficios tienen sus momentos buenos y malos. Pero los buenos, deben ser tan buenos… :) las admiro, las envidio, y siempre he pensado que yo no sería capaz de aguantar vivir un momento tan intenso acompañando a alguien, aunque en el fondo de mi ser me gustaría mucho. Un inciso: da un poco de miedo estar justo en la hora de nacer alguien, como a la hora de morirse, pero pensándolo bien… son los dos momentos  cruciales de la vida de una persona. Lo mismo que en una gran fiesta, nos gusta ser bien recibidos, y nos gusta que nos despidan igual. Que te reciban con un abrazo cálido e inacabable es lo más, y que te dejen marchar igual sería algo a lo que todos deberíamos tener derecho. Sé que ya empiezo a divagar, que qué tendrán que ver las churras con las merinas, nacer con morir… pues no sé, pero en mi retorcido cerebro me dice que todo está conectado, y todo es parte de la misma línea que se acaba juntando. Yo creo que hay que estar hechos de una pasta especial para poder acompañar en los ‘tránsitos’. Hay que sentir amor, empatía, tener delicadeza, saber escuchar, saber confortar… volviendo al  nacimiento, estas deberían ser cualidades indispensables en cualquier persona que asiste a un parto. La que te replica impertinentemente que “seguro que no chillabas así cuando te lo estaban haciendo”, claramente, no es digna de estar en semejante posición.

Antes de leer a Consuelo, tenía la sensación de que el oficio de matrona había cambiado mucho con los años, pero no sabía exactamente cómo. Pasó de ser una profesión autónoma, con su propia titulación, a ser una especialidad de enfermería (por favor, si me lee alguien que conozca bien el tema y vea que estoy en un error, que me corrija en lo que sea). Pasó de atender partos en casa y maternidades, a atenderlos en hospitales. Pasó de ser autónoma y saber hacerse cargo de un parto normal, y derivarlo cuando no lo era, a seguir fielmente instrucciones y protocolos hospitalarios de un equipo de ginecología, sin salirse de la raya (o arriesgarse a comerse un buen marrón). Afeitan vulvas, ponen geles,  enemas, vías, cambian goteros… abrochan correas, observan monitores, cortan vaginas… y ahora cada vez menos, gracias a Dios, pero se llevaban los bebés a los nidos, alejándolos de las madres, en las horas siguientes al nacimiento los llevaban a ‘lámparas de calor’ (qué calor puede ser mejor que el del pecho materno????), hacían dobles pesadas (¿¿??) …. estoy segura de que no lo hacen por joderte: es lo que tienen que hacer. Pero en muchos casos, te joden. Con el tiempo, poco antes de ser madre y después, he aprendido que ‘ese’ no era el trabajo de una comadrona. No lo ha sido nunca hasta que las comadronas han atendido partos en hospitales. Y creo que muchas de ellas saben que esos protocolos no son correctos, porque evitan que en sus partos se les hagan en la medida de lo posible (y ellas sí que saben discernir cuál es la medida de lo posible). Mi siguiente pregunta es: por qué no hacemos algo por evitárnoslo a todas las demás? y me llena de esperanza el saber que crece cada día el movimiento de muchas (y muchos, no olvidemos a los matrones) porque el parto sea lo que tiene que ser.

Recuerdo las palabras de mi matrona del centro de salud, acerca de que ser matrona de paritorio era una actividad muy poco agradecida, porque sólo se te recuerda si lo haces mal, y si todo sale bien, chau ni me acuerdo. Mi parto pudo ser muchísimo mejor, pero nunca me olvidaré de María :) creo que hizo lo que pudo, dentro de las limitaciones del entorno, y la recuerdo con cariño. No le dió tiempo a acompañarme hasta el nacimiento de Mateo, pero cuando volvió a entrar de servicio, vino a vernos a la habitación. Fíjate, María, me acuerdo de ese momento aquella mañana de domingo y se me llenan los ojos de lágrimas de la emoción. Mi marido tampoco te ha olvidado, hace unas semanas que nos cruzamos por la calle, yo iba ensimismada (como de costumbre) y no me di cuenta, pero él sí. Para que no se diga que uno no se acuerda de quien le ayuda en los momentos clave :)

Quiero pedir que se os respete. Que vuestro trabajo sea equiparado al de cualquier médico. Que no se os considere por debajo de ellos. Que recuperéis la ilusión por uno de los oficios sin duda más bellos del mundo. Que trabajemos juntos para que la experiencia de parir y de nacer sea todo lo digna y bonita que debe de ser. Muchas mujeres (y hombres) queremos hacerlo, y sin vosotr@s, no podemos :)

Caseload

Imágenes:

http://www.historyforkids.org/learn/people/midwife.htm

http://sacollegeofmidwives.blogspot.com/2008/08/what-is-midwife.html

martes, 4 de mayo de 2010

Carta a Consuelo Ruiz Vélez-Frías

Querida Consuelo:

No sabes cuánto me gustaría que pudieses leer estas palabras físicamente, espero que te lleguen allá donde estés. Y te las dirijo pensando en este párrafo de tus ‘Confesiones sinceras’: “ Me voy a morir con la sensación  de haber fracasado, de haber desperdiciado mi vida, de no haber sido comprendida por mis contemporáneos. Me he esforzado en explicar lo que creo y pienso de la forma más clara y sencilla posible, pero ha sido como si hablase otra lengua, como si perteneciese a un mundo distinto”. (Parir sin Miedo, p. 35)

Te conocí por casualidad, navegando sin rumbo por las aguas de internet. Leí tu ‘Carta abierta al obstetra del s. XXI’, y me lancé a buscar más palabras tuyas: me habías cautivado. Me leí la Cartilla para Aprender a dar a Luz prácticamente del tirón, y disfruté y me emocioné con cada capítulo de Parir sin Miedo. No te lo vas a creer… pero teniendo aparentemente tan poco en común entre nosotras, por edad, por período histórico vivido, por profesión o circunstancias sociales, me siento terriblemente identificada contigo. Me gustan las cosas sencillas que sabes, me gusta cómo las cuentas, me gusta cómo te has empeñado con ellas en la vida, a pesar de darte a veces tantos disgustos… encontré unas líneas que nos unían sin remedio: “¡Nunca olvidé que de niña quería ser maestra y me gusta enseñar cosas a la gente!” (Parir sin Miedo, p.162) :) Me gusta tu forma de ser revolucionaria, tu manera de creer en Dios, tu feminismo (tan poco clásico) … cómo me hubiera gustado poder conocerte, Consuelo.

Además, sabrás que nada de lo que hiciste fue en balde, pues casi al final de tu vida encontraste los discípulos apropiados que hoy, aún a contracorriente, son de los pocos puntales de apoyo para muchas  mujeres que quieren recuperar sus derechos sobre su cuerpo en lo que toca a sus embarazos, partos y lactancias.

Aunque Consuelo, efectivamente, queda mucho camino por andar….como nuestro cuerpo es nuestro y ‘nosotras decidimos’, podemos abortar en condiciones seguras y gratuitas. Pero aún con ese mismo cuerpo NUESTRO, no podemos parir de forma natural y respetada si no es mediando bonitas cantidades de dinero, para seguros médicos que cubren los servicios de los pocos profesionales a favor de partos respetados, o para la atención profesional en casa (exceptuando algunas afortunadas con derecho a parir en hospitales públicos donde las cosas empiezan a cambiar poco a poco).

Yo también me he preguntado innumerables veces por qué dolía el parto, Consuelo. Y más allá del dolor, qué era lo que lo hacía parecer una experiencia tan aterradora… desde niña, la única imagen que tenía de los partos era la de las películas, que han hecho  flaco favor a la conciencia de lo que es un parto. Gritos desconsolados, sangre, gente apresurada corriendo de un lado a otro… las experiencias de nuestras madres, oxitocinadas hasta los ojos, obligadas a permanecer tumbadas horas y horas, SOLAS (que antes no se permitía la entrada a nadie más)… y me chocaba con los poquitos recuerdos que tenía de las historias de los partos de mis abuelas, que habían parido en casa, a veces acompañadas de matronas, madres, tías, vecinas… y en alguna ocasión, completamente solas,… pero no solas porque alguien las dejara dilatando ‘a su suerte’ con un gotero puesto y como gato panza arriba… sino porque no había una comadrona cerca, y sus maridos estaban trabajando en el campo, o de cogorza. Solas con sus hijos por llegar. En aquel mundo en que las mujeres veían frecuentemente parir a otras mujeres y a animales, y sabían lo que ocurría. Y creo que tenían bastante menos miedo del que tenemos ahora (esto es una opinión totalmente subjetiva). No soy una nostálgica de aquellos tiempos, que por otro lado, fueron de gran miseria y mucha ignorancia, tú los viviste. Pero creo que en el camino del incontestable progreso hemos perdido cosas muy pero que muy esenciales…

Gracias, Consuelo, por tu tarea. Gracias por todos esos niños que ayudaste a traer al mundo, por esas madres y padres que tuvieron la experiencia que se merecían.  Allá donde estés, deberías sentirte muy orgullosa.