Pues sí, claro, hay feminismos y… feminismos. Y parafraseando a Alejandro Sanz, “NO, no son LO MISMO”.
Esto lo he escrito a raíz de leer el último post de Ileana, que he publicado en la anterior entrada. Lo escribí como comentario al suyo, y ahora lo traigo como entrada propia, con muy poquitas variaciones.
He oído hablar mucho últimamente sobre feminismo de la igualdad, y feminismo de la diferencia… bueno, pues yo tengo mi clasificación personal. Para mi hay dos feminismos, y su diferencia se articula en cuanto a un eje: EL SISTEMA. El sistema capitalista, para más señas.
Hay un FEMINISMO CAPITALISTA. En él, las mujeres luchan por sus derechos INDIVIDUALES. Derechos muy válidos, por los que luchan todas las feministas, no sólo ellas. Pero para ello, las feministas capitalistas aceptan la “baraja” inventada por los hombres, así que eso de que han superado el patriarcado me lo paso yo por salva sea la parte. El mundo laboral, tal y como está montado, está hecho por hombres y para hombres (y aclaremos aún más, para hombres de entre 25 y 35 años, solteros o no comprometidos con su paternidad, blancos y de países del primer mundo). Y en este feminismo se persigue la igualdad de derechos pagando el peaje de “igualarse” a ellos (no deja de ser gracioso que el feminismo pase por “igualarnos” nosotras a ellos, en vez de ellos a nosotras). El éxito profesional reside en competir desde la cuna, ser siempre la primera en una competición intelectual (yo diría puramente memorística), elegir una carrera competitiva e invertir todo el tiempo que haga falta en demostrar que una es mejor que todos. Que las demás mujeres y todos los hombres. Y por supuesto, obtener el mejor sueldo posible. Ese que permite emular a estereotipos tan vacíos como las imbéciles de Sexo en Nueva York. Que permiten “arreglitos” estéticos para estar siempre como si tuvieran 20 años. Que permiten exóticas vacaciones, y cuidadoras inmigrantes low-cost para todas aquellas personas que, con tanto ajetreo profesional y social, no tienen tiempo de atender. Que permiten vivir en pequeños palacios, y tener las habitaciones de sus hijos como si fueran Disneylandia. Que nunca cocinan, e incluso presumen de no saber abrir ni una lata de conservas, y se ríen, chispeantes “jajajaja es que, si mi marido no sabe hacer nada, a ver por qué tendría que saber yo!”. Las tareas del hogar son impuras, y lo único que saben es que, como los hombres no las hacen, pues ellas tampoco. Hey, eso es igualdad, no???? El sueldazo permite otra inmigrante low-cost que lo haga por ellas. Incluso si saben cocinar (aunque dudo que muchas se atrevieran a confesarlo en sus reuniones de Pilucas, Pititas y Pocholas super liberadas y super modernas).
Este es el feminismo de muchas mujeres ricas, que siempre han sido ricas; con trabajos cualificados, FIJOS, y muy bien pagados. Pero, y tristemente, también el de muchas mujeres que siendo de procedencia humilde, eso es a lo que aspiran. Con contratos encadenados ilegalmente durante años, mileuristas… que dicen sentirse libres e independientes (yo me pregunto de quién o de qué). Algunas se dicen incluso de izquierdas… la risa total.
Y está el FEMINISMO ANTI-CAPITALISTA. En él hay mujeres verdaderamente de izquierdas (ojo, no digo que tengan carnet de nada), y mujeres que han mandado a la mierda cualquier ideología que tuvieran, porque se han dado cuenta de que todo es el mismo perro pero con distinto cascabel. Este feminismo no quiere jugar con la baraja actual, porque considera que no beneficia a nadie, ni a mujeres, ni a hombres, ni a niños, ni a viejos, ni a nadie. El dinero sólo se beneficia a sí mismo. Aceptan unas cuantas normas, y viven en torno a ellas porque no les quedan más huevos, o por temor a ser unas completas outsiders, pero no las alaban ni las justifican, y no dejan de repetirse a si mismas que ‘otro mundo es posible’. Trabajan en trabajos que a veces les gustan, y les hacen sentir mejores personas, pero teniendo siempre claro que las circunstancias en cuanto a todo son, en muchos casos, irracionales. En cuanto pueden, hacen lo posible por cambiarlas, empezando por ellas mismas, no se adaptan al sistema sin pensar.Y otras trabajan en sitios igual de puteantes que las feministas capitalistas, pero no ven en ello ninguna liberación ni ninguna independencia. Sólo ven el medio de pagar facturas. La libertad y la independencia las tienen por principios, y porque en sus relaciones no permiten que el dinero decida quién manda ni quién depende. Buscan alcanzar sus derechos, pero sin pisotear los de los demás. Y están altamente concienciadas de lo que supone estar comprometidos con la naturaleza. Señoras como Uriarte y muchas otras desprecian a los ‘naturalistas’… pero hasta que el dinero no sea comestible, me parece una posición de lo más ridícula y autosuicida. No trabajar por la sostenibilidad del medio ambiente (en el que las personas estamos incluidos) es de suicidas. Y de egoístas, que la papeleta se la quedan los que vienen detrás. Una feminista anti-capitalista está comprometida con la naturaleza tanto porque lo siente como porque sabe que no hay otra salida. Y sí, lactar es estar comprometido con la naturaleza, por muchas razones que ya se han dicho hasta la saciedad: ES LO MÁS SANO, tanto para la madre como para el bebé, ES GRATIS, Y NO SE GENERAN RESIDUOS ARTIFICIALES. Las feministas anti-capitalistas no ven la lactancia como una esclavitud que obliga a la mujer a elegir entre sus aspiraciones personales y ser el comedero de su hijo. Las aspiraciones personales ajenas al ámbito privado podrían ser compatibles JUGANDO CON OTRA BARAJA, y si no, siempre se pueden posponer. Bueno, no, con esta baraja no, porque si lo posponemos, después el mercado ya no nos quiere, no es así????Definitivamente, es una mierda de baraja, lo mires por donde lo mires.
Siento ser yo la que ponga tan frecuentemente la nota negativa, pero yo creo que estos dos feminismos son irreconciliables. Unas quieren mejorar el mundo entero, y otras sólo quieren mejorar sus propias condiciones, generalmente, a costa de las de terceros. Para mi, no hay color.