viernes, 5 de abril de 2013

Burn-out maternal

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Ayer descubrí, gracias a uno de mis contactos de Facebook, un artículo titulado: “El agotamiento de las madres”. Y tanto por un momento personal reciente, como por la situación de varias mujeres a las que quiero mucho, llamó poderosamente mi atención.

Bien es cierto que el enfoque no me gusta del todo, pues sólo se centra en la experiencia de las madres que se quedan en casa (como si el agotamiento fuera exclusivo de esas mujeres), y desde luego no me gusta el final, que soluciona el burn-out materno con el retorno al trabajo remunerado (ja!). Pero me sirvió de reflexión, y ahora de pie para un análisis propio.

El agotamiento de las madres existe. Parece una obviedad pero no lo es, porque hay mucha gente que lo niega. La maternidad está tan idealizada, y más en el entorno de la crianza respetuosa, que pareciera que una madre no se puede agotar, y como resultado de ello, acabar siendo la madre que menos le gustaría ser a esa persona. Parece un estigma decir que, por momentos, el cuidado de tu hijo/a/os/as te agota.

Pero en el artículo se entremezcla el agotamiento por dos causas que a mi parecer son distintas: una es el cuidado de los niños, y otra las tareas de la casa. Conmigo no va lo de equiparar “ser madre”(ni siquiera en casa) con “señora de la limpieza”. Pero la autora del artículo sí lo mezcla, como si irremisiblemente una cosa fuera con la otra. Te puede agotar tener que hacer todo lo de la casa, te puede agotar cuidar de tus hijos a tiempo completo, o las dos cosas juntas, o ninguna (porque tengas, afortunadamente, toda la ayuda del mundo). Yo siempre he dicho que ‘MADRE EN CASA’ no es AMA DE CASA. Por más que al ser la persona que no trabaja fuera es lógico que tenga más carga que el que sí lo hace. Por tanto, una solución clarísima al agotamiento de las madres es, una vez más, la tan traída y llevada CORRESPONSABILIDAD de los padres. La tarea de ‘madre en casa’ no son 8 horas ni 10 ni 12, son 24, y no es comparable a ninguna otra jornada laboral. Por tanto lo suyo es que cada pareja, cuando vuelva a casa, haga lo que le toca. Tanto de la casa, como con sus hijos. Y en eso cada familia se debería poder organizar como mejor pueda, siempre buscando el equilibrio para que nadie acabe QUEMADO. Lo cual, añadamos, es dificilísimo en unas circunstancias socioeconómicas como en las que vivimos, en las que gran parte de ambos adultos en una casa están ya lo suficientemente quemados con sus propias jornadas de trabajo. Contra eso, no se nos olvide, también deberíamos de luchar.

Vaya, que no me vale eso de que ‘es que como tú estás en casa, como tú has decidido quedarte (la que lo haya decidido, otras muchas ni eso pueden), eso lo tienes que hacer tú, es TU tarea’. Y quien acepte esto, de entrada está siendo irrespetuosa consigo misma. Pero también con sus hijos, no nos engañemos, que el modelo de familia, como todos nuestros ejemplos, es con lo que se quedan. Tampoco se trata de pasarse por el otro lado (que casos hay): yo sólo cuido del niño, y cuando el otro vuelve de trabajar, le toca todo lo de la casa y si puede el niño, también claro. ¿He dicho ya la palabra EQUILIBRIO, verdad? Vale.

Pero la corresponsabilidad, a mi modo de ver, no es suficiente (y fíjate, con lo difícil que es de conseguir!). Está dicho hasta la saciedad que dos personas, solas, ni siquiera las más respetuosas e implicadas, dan a basto con todo. Y en los hogares donde no hay ni eso, apaga y vámonos :( A veces no dan a basto con un solo hijo, y difícil es imaginar con más de uno. Y ahí es donde entra la necesidad de TRIBU. Una tribu que, por nuestra forma de vivir, es ya muy difícil de encontrar. Muchas madres en los últimos años hemos conseguido encontrar una tribu ‘virtual’, a través de diferentes grupos, foros y redes sociales. Que son fuente de un apoyo emocional inestimable ante la soledad patente en la que muchas madres vivimos. Pero que no son ninguna solución real al ‘agotamiento físico’ porque, sencillamente, no podemos ayudarnos ‘físicamente’ las unas a las otras. No vivimos en la misma casa, muchísimas ni siquiera puerta con puerta. O en el mismo barrio. Esa cercanía que te permite que, los días en los que estás cercana a tu límite, puedas pedirle a alguien que si se puede quedar con tus niños una tarde. O que comparta contigo el puchero porque ni tiempo has tenido de ir a comprar ni hacer una comida decente. Que te escuche, y te abrace FÍSICAMENTE cuando lo necesitas… en ese clima, muchas madres no llegaríamos a ser los ogros feos que somos a veces. Las que pierden los papeles y gritan a los niños; a las que se les olvida que las amenazas no son el camino (por muy claro que lo tengamos); las que, con el corazón roto de pena, y dudando de nuestra aptitud para ser madres, añoran los tiempos en los que no tenían que ocuparse de nadie más que de sí mismas. Esos pensamientos no son reales. Bueno, SÍ son reales, pero no reflejan la realidad de lo que sentimos. Porque no cambiaríamos el vivir con nuestros hijos por nada más en el mundo, ni siquiera por volver de verdad a aquella época. HABLA EL CANSANCIO. Y la solución no es que los niños, o la casa, desaparezcan. La solución es la AYUDA. Las manos que hacen falta.

El burn-out maternal no es muy diferente del burn-out del ‘cuidador’. Las personas (en la inmensa mayoría, mujeres) que se hacen cargo de dependientes de toda edad y condición también sufren un agotamiento extremo. Cuidar, y más aún ‘biencuidar’, igual que ‘biencriar’, es una labor bella (si se hace desde la voluntad) pero muy a menudo es extenuante. Especialmente si el cuidador no es cuidado, y no tiene tiempo de cuidarse a si mismo tampoco.

Pero que no me digan que la solución es ‘volver a trabajar’, por favor :( ya está, lo fácil: abandona el cuidado y dedícate a algo que te distraiga y te devuelva ‘prestigio’ social. Habrá gente para la que sí es así, no lo dudo, y si para ellos eso funciona, pues perfecto. Pero para muchas otras mujeres eso no nos vale. Porque no queremos abandonar nuestra tarea de cuidado, ni distraernos ¡trabajando! O_o   yo si quiero distraerme me voy al cine, o a mi clase de danza del vientre, pero no a trabajar una jornada laboral que me aleje de mi hijo un mogollón de horas. Bastante nos aleja ya el colegio. Pero esa es solamente mi decisión, y mis circunstancias. Hay otras, y cada una con las suyas.

Y las madres que trabajan fuera de casa también se agotan. Las madres que yo conozco que trabajan fuera de casa van a mil todo el día. Mientras trabajan no se olvidan de sus hijos, están todo el rato organizándose, corriendo, de un lado para otro, al trabajo, a llevar a los niños a este sitio y a otro, listas de la compra, tareas de casa… son las víctimas de la odiosa doble jornada. Su trabajo les puede ofrecer, a algunas, dependiendo del puesto, sí, una ‘distracción’ del estar todo el día en casa, pero a cambio se llevan una ración de estrés añadido que las que estamos en casa (bueno, yo hablo por mi) no tenemos. Así es que, el que alguien ofrezca como solución al agotamiento materno que además, trabaje fuera de casa, me parece por decirlo de forma suave, poco menos que de pitorreo. Las madres, y los padres, trabajen dentro o fuera de casa, necesitan ayuda, sostén y distracción. Como cualquier cuidador. Y especialmente según se van haciendo mayores los bebés, y ya no son tan bebés, y no dependen en exclusiva de nosotros para todo. Yo no sé otras personas, pero yo hace ya un tiempo que necesito hacer cosas que no son dedicarme exclusivamente a mi hijo. Lo cual no quiere decir ni de broma que tenga ganas de volver a trabajar, claro. Lo que quiero decir es que necesito dedicarme a cosas que me han gustado siempre y que antes no podía hacer porque prefería estar con mi bebé. Podría ser trabajar, pero también podría ser estudiar, o dedicarme a la contemplación, o lo que sea. Mi hijo cumplió 4 años el pasado anteayer, y malas noticias señora Badinter: yo soy una de esas vagas mantenidas acomodadas* que siguen sin tener ganas ni necesidad de volver a trabajar :) necesidad propia, de autorrealización (de la económica seguimos como siempre, nos llega). Yo pensé que a estas alturas ya me habrían vuelto las ganas: mi niño mayor, escolarizado y todo eso… pero la verdad es que no. Por un lado, en realidad, porque mi deseo sería ser madre otra vez, y vivir con el siguiente lo mismo que con Mateo. Y por otro lado, porque cada vez soy más anarquista y pienso que eso de trabajar para realizarse o para ser independiente es una falacia. Yo me sigo sintiéndome la mar de realizada y de independiente, gracias. Volveré a trabajar cuando lo necesitemos económicamente y ya está. De momento sigo viviendo estupendamente.

*Lo de ‘vagas mantenidas acomodadas’ es una ironía fina que le dedico a las que, estando en mi misma situación, o habiéndolo estado, caen en la tontería de criticar a quienes hacen lo mismo (no sé si oyen las piedras en su propio tejado o no). Ah, y a las que no están en la misma situación y juzgan, también. Arrieritos somos, reinas, queda mucha vida por delante. No sabe nunca una cómo se a a tener que ver en un futuro…

Imagen:
http://www.dailymail.co.uk/home/you/article-1318531/Beware-baby-burnout-What-family-life-leaves-frazzled.html