Este es el segundo artículo de la revista de "El mundo de tu bebé" del mes pasado que quería traer al blog. No podría firmarlo nadie más que una eminencia como es Laura Gutman.
(las imágenes, las negritas y los resaltes en color son míos)
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EL PESO SIMBÓLICO DEL DINERO
Laura Gutman. Psicoterapeuta especializada en la atención a madres y padres de niños pequeños. Autora de La maternidad y el encuentro con la propia sombra (RBA Integral)
-Cuando sólo cuidamos de nuestros hijos, un cambio sutil opera en nosotras: aunque percibamos un sueldo, no nos sentimos libres para gastarlo-
Las mujeres tenemos cada vez mayor entrenamiento para circular en el ámbito público: estudiamos, trabajamos, ganamos dinero, administramos nuestros bienes, ahorramos, invertimos, a veces ayudamos económicamente a nuestros padres mientras intentamos aprender a convertirnos en personas cada vez más autónomas e independientes. Estas valiosas experiencias a veces operan a favor de la confianza en nuestros propios recursos, pero, al mismo tiempo, actúan en detrimento de la tranquilidad en relación a los recursos que otros pueden generar o disponer para nuestro confort.
Desde esa posición, nos emparejamos: con nuestro trabajo a cuestas, nuestra posición social, las obligaciones laborales, nuestra independencia económica y nuestra libertad. A veces, nuestra pareja también dispone de recursos materiales suficientes; sin embargo, no hacemos uso de ellos. Es lógico, ya que las mujeres modernas tenemos grabado a fuego el sometimiento del que hemos sido testigos, sufrido por nuestras madres, abuelas y antepasadas que han pagado con la totalidad de sus vidas un poco de comodidad y resguardo. Hoy en día, la mayoría de las mujeres que trabajamos preferimos cuidar nuestra autonomía para no depender de nadie ni pagar precios desproporcionados. Generalmente, logramos funcionar en un equilibrio aceptable. Hasta que nace nuestro primer hijo.
Durante el embarazo hemos acomodado las cosas, fieles a nuestra eficacia y previsión. Suponemos que nos tomaremos cuatro meses de baja por maternidad. Si somos trabajadoras autónomas, creemos que resolviendo la mayor parte del trabajo en el hogar, podremos continuar con nuestras actividades, acostumbradas a la prolijidad y al rigor. Imaginamos que la vida cambiará un poco, pero no tanto. No se nos ocurre hacer nuevos acuerdos con nosotras mismas ni con nuestra pareja, simplemente porque no encontramos ningún inconveniente.
Por otra parte, no estamos dispuestas a perder la tan anhelada autonomía ni la administración del dinero ganado por nuestros propios medios. Es decir, durante el embarazo no modificamos el modo en que ganamos ni el modo en el que administramos el dinero.
Un asunto emocional
Sin embargo, una vez que el niño ha nacido, misteriosamente, extraviamos la lucidez intelectual. Nos sorprende que, habiendo sido tan puntuales, perdamos la noción del tiempo. Por otra parte, nos resulta imposible organizarnos con el bebé; no hay horarios, nuestro hijo no duerme nunca, no encontramos una hora completa para nuestros asuntos, y si por casualidad disponemos de ese tiempo, necesitamos comer, darnos una ducha o leer los titulares del periódico para recordar en qué época vivimos. Aunque percibimos el dinero de la baja maternal, que nos corresponde legalmente, sentimos que si no generamos ese dinero, no tenemos el derecho a gastarlo a voluntad. Y lo más llamativo es que, a veces, nuestra pareja, que se ha convertido en padre pero que puede regresar a su oficina o a su actividad en las mismas condiciones que antes, no tiene registro de estas sutilezas, porque nosotras mismas no alcanzamos a percibirlas.
No nos atrevemos a utilizar el dinero ganado por el varón como si fuera propio. En ocasiones, al varón tampoco se le ocurre dejar más dinero al alcance de la mano, sencillamente porque jamás percibió necesidad alguna por nuestra parte. Es decir, independientemente del dinero disponible que haya en el seno de la pareja, las mujeres vivimos restricciones y carencias económicas mientras nos dedicamos a nuestro bebé. Éste es un asunto emocional. No tiene que ver con la cantidad de dinero que haya o no en nuestra cuenta del banco. Opera de un modo extraño, en relación a la sensación de no ser productivas. Estamos maternando a un niño muy pequeño y eso absorbe toda nuestra energía disponible. No tenemos cuerpo ni cabeza ni tiempo, ni capacidad para regresar prontamente al trabajo, ni para tomar decisiones del mundo concreto. Observamos atónitas cómo viran nuestros intereses personales, mientras tratamos de acomodarnos a una nueva realidad que, sorprendentemente, resulta ser muy distinta de lo que habíamos planeado con anterioridad.
En estas circunstancias, ¿qué podemos hacer? ¿Es lógico que suframos restricciones porque momentáneamente no estamos trabajando? ¿Nos damos cuenta de que estamos pagando un precio altísimo por sostener nuestra antigua autonomía? ¿Toleraremos ser cobijadas y acompañadas por el varón, incluso económicamente? ¿Soportaremos disfrutar del dinero de la baja maternal mientras no generamos dinero? ¿Seremos capaces de prolongar el tiempo de permanencia con el bebé sin percibir paga alguna?
Llegados a este punto, hoy en día hay dos situaciones nuevas que eclosionan cuando nace un bebé:
* Las parejas que han funcionado históricamente gracias a los recursos generados por la mujer: el hombre gana poco o nada. En este caso, si la mujer puérpera no trabaja, la economía familiar se deteriora.
* Las parejas en las que ambos ganamos dinero, pero mantenemos economías separadas.
En el primer caso, el varón está acostumbrado a esperar, y las mujeres estamos acostumbradas a resolver. Es muy complejo pretender cambiar una dinámica instalada desde hace mucho tiempo. Difícilmente modificaremos los roles acordados inconscientemente desde la constitución del vínculo afectivo. Lamentablemente, las mujeres nos encontramos con "el problema" una vez el hijo de ambos ha nacido. A veces, el hombre abandona el hogar porque ya no encuentra cobijo y resguardo de nuestra parte. Y nos guste o no, ése había sido el acuerdo básico de convivencia. El hombre se siente abandonado. Nosotras nos sentimos abandonadas. El sufrimiento es inmenso para todos.
Reconducir la situación
¿Que puede hacerse en estos casos? Lo ideal sería comprender la lógica del emparejamiento desde el inicio, sin pretender grandes cambios y aceptando los beneficios ocultos que esos acuerdos nos habían otorgado. Es posible que hoy, con el niño en brazos, esos beneficios ya no existan, por eso estamos en crisis. No será imposible revertir la situación, pero será menester que ambos nos miremos honestamente e inventemos una manera posible de apoyarnos. Es evidente que le toca hacerse cargo de la economía en mayor medida, si tiene la madurez necesaria para hacerse responsable de la cría junto a la madre.
En el segundo caso también habrá que hacer nuevos acuerdos. Dinero hay. Lo que no hay es costumbre de compartir. Tampoco hay entrenamiento para confiar en que el otro pueda proveer sin que quedemos prisioneras de sus caprichos. Con frecuencia, el varón no registra nuestras "nuevas" necesidades porque, sencillamente, nunca antes las hemos manifestado. Posiblemente, nosotras mismas tampoco las tomemos en cuenta. En todo caso, lo ideal sería que el varón se hiciera cargo económicamente de nuestras necesidades y las de la criatura. Nosotras también comemos, viajamos, tenemos necesidades personales y merecemos usar con la misma libertad el dinero disponible, porque estamos ocupándonos momentáneamente -de forma exclusiva- del hijo de ambos. Ahora bien, esto también requiere que revisemos nuestros antiguos acuerdos y que conversemos sobre las opciones que tenemos para cambiar las cosas. Porque con un bebé en casa, nada funciona como antes.
El manejo del dinero no es un tema menor. Al contrario, es una manifestación directa de nuestros funcionamientos primarios trasladados al comportamiento adulto en la sociedad. El dinero nos remite a historias personales de sometimiento, restricciones, poder, altruismo, egoísmo, malos entendidos, temores e inseguridades.
El dinero opera simbólicamente y funciona también como moneda de cambio afectivo. Para las mujeres es indispensable pensar e intercambiar con otras mujeres -y con los hombres- las trabas y dificultades que aparecen en la gestión del dinero. Tomemos en cuenta que, en términos históricos, las mujeres tenemos acceso a la administración del dinero desde hace muy poco tiempo. Por este motivo, es pertinente que nos ocupemos seriamente de este asunto, ya sea para ganarlo, administrarlo, compartirlo, usufructuarlo, invertirlo o gozarlo. Entonces quizá podamos legar a nuestros hijos una relación con el dinero y los recursos materiales más libres. El dinero también puede constituirse en un buen maestro para nosotras.
Quién se hace cargo de los niños
Decidir quién cuida a los niños según el criterio de quién gana más o menos dinero en la pareja es un asunto controvertido. Porque la medida no debería ser sólo cuánto dinero circula, sino quién está más preparado emocionalmente para sostener la jornada completa junto a los niños más pequeños.
Por este motivo, estas decisiones deberían ser evaluadas con tranquilidad, teniendo en cuenta la realidad emocional y económica de cada miembro de la pareja. No sólo llevados por la fantasía de lo que nos gustaría que sucediera, sino por lo que la realidad nos muestra. La prioridad debería ser siempre la satisfacción de las necesidades básicas de los niños pequeños.
Medir el valor del maternaje
En nuestra sociedad de consumo, cada actividad tiene un precio. Ahora bien, la actividad de cuidar, cobijar, permanecer, ayudar, traducir, alimentar, consolar y proteger a la cría no lo tiene. Es lógico. Está ligada al amor materno, que es altruista por definición. Sin embargo, como todos necesitamos comer, cuidarnos y acceder a un confort básico, es importante hacer cuentas imaginarias para establecer acuerdos dentro de una comunidad o dentro de una familia. Las mujeres que nos convertimos en madres necesitamos recibir una compensación comunitaria -que puede no tener forma de dinero-, dentro de un intercambio que sea beneficioso para todos.
La crianza y las tareas del hogar
* Es frecuente que, al tomar la decisión de abandonar nuestro trabajo para criar a los niños, sintamos que entonces tenemos que asumir la totalidad de las tareas domésticas porque "no hacemos nada y no aportamos dinero". FALSO.
* Criar niños es una cosa. Realizar los trabajos de limpieza y orden en la casa es otra. Simplemente suceden en el mismo ámbito, lo que nos lleva a confundir ambas actividades.
* Esta confusión nos comporta malestar, baja autoestima y desconcierto. Si nos hundimos en lo doméstico, posiblemente el niño quede más relegado que cuando trabajábamos.
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Este artículo hizo que se me saltaran las lágrimas. Por fin veía plasmado sobre el papel creencias, inquietudes, reivindicaciones... que pensaba que sólo eran locuras mías. Alguien más tenía el valor de decir que está bien que una mujer, en el tiempo de cría de sus hijos pequeños, delegue la responsabilidad económica en el varón, sin tener que perder por ello autonomía, valía, autoestima, ni estar pagándose un billete de ida sin vuelta al ostracismo.
Cuando yo era más joven, desde todo el orgullo interno que poseía, pensaba y decía en voz alta que la situación económica ideal de una pareja era que ambos trabajaran siempre, tuvieran un fondo común para los gastos comunes y preservaran intacto el resto para cada uno, y así nadie tendría que rendir cuentas ante el otro, o 'pedir permiso' para gastar, y podría hacer de su capa un sayo. Cuando me paraba a pensar sobre situaciones como la maternidad, o alguien me lo sugería, no sabía muy bien qué argumentar, y seguramente creía que una baja de maternidad y una vuelta a la normalidad eran lo 'esperable'. Al fin y al cabo es lo que hace todo el mundo, no? (pero no, no es lo que hace todo el mundo...). Cuando pensaba un poco más a fondo sobre ello, me daba cuenta de que lo más probable es que, el día de mañana, me gustaría estar el mayor tiempo posible con mis hijos pequeños, pero... entonces tendría que depender de un hombre (uno que todavía no conocía...)... y mis 'principios feministas' aborrecían semejante pensamiento.
Y conocí al que hoy es mi marido. Y mi manera de pensar con respecto al dinero cambió bastante, desde luego. O quizás no cambió, sino que se quitó la careta y se atrevió a reconocer lo que siempre había sabido... esto ya lo conté en "Sí, mi marido me mantiene (pero sólo si voy muy borracha)". Ahora mismo yo no gano dinero, pero estoy haciendo una gran inversión. En tiempo y en sentimientos. En el crecimiento de mi hijo, en el mío personal y en el de mi marido. Y él me hace sentir verdaderamente que ésto es un equilibrio. En este momento, él proporciona unas cosas al equipo y yo otras, las compartimos, y todas tienen igual valor. Él disfruta sabiendo que con el fruto de su trabajo nos da para vivir los tres sin precariedades (incluso algún capricho), y para vivir yo una situación que me hace feliz, y creemos que a nuestro hijo también. Yo disfruto sintiéndome libre de hacer lo que quiero verdaderamente :) y desde luego, no sintiéndome 'mantenida'. Él nunca me haría sentir menos con respecto al dinero porque, precisamente, quien lo tiene a la mano, siempre soy yo. No necesito pedírselo, y propongo y dispongo a mi entender. Nunca he sido ni caprichosa ni despilfarradora, por lo que cualquier cosa en lo que me lo quiera gastar, para él, bien gastada está. Me riñe por racanear conmigo misma, y siempre me anima a comprarme esas tonterías que yo a veces no me concedo. NO necesito ganar dinero para sentirme en igualdad de condiciones. Cuando lo he hecho antes, y cuando lo vuelva a hacer, tampoco cambiará nada :)
Hace tantos años, no habría imaginado esto ni en mis mejores sueños :)
Imágenes:
http://www.mujeresycia.com/?x=nota/10147/1/tu-independencia-economica-hablemos-de-dinero
http://www.blogigo.de/Amorydinero/Los-problemas-que-causa-el-dinero-en-la-pareja/1/