He decidido volver a mi pobre y abandonadito blog con una
experiencia reciente que he tenido. Que además viene al pelo con la fecha de
mañana, 8 de marzo.
Es una pequeña reflexión sobre la mujer y la belleza. Espero que no la típica.
Mi amiga Nohemí Hervada dirige unos talleres, presenciales y
online. Uno de ellos, el Sácate Partido,
siempre había llamado mi atención. Pero como desde la negación, porque si hay
algo en lo que creo que yo soy experta es, precisamente, en no sacarme partido
de forma alguna J
Yo reposteaba la info en facebook segura de que, dirigiéndolo Nohe, sería un buen taller y podría haber muchas
interesadas entre mis amigas. A mi misma me daba curiosidad, pero como yo le
expliqué a Nohe, no me animaba a participar por mi ‘natural’ desaliento. Ese ‘pa
qué’. ‘Pa qué, si no me va a valer para nada, si es que yo me conozco y luego
no voy a aplicarme el cuento’. Ella me animó a participar y finalmente lo hice.
Vaya que si lo disfruté.
Me gustó mucho la información y los tips, la organización
del taller, cómo se explica ella… y el resultado más valioso para mí, en primer
lugar, hacerme pensar.
Yo soy de esas mujeres que piensan que la belleza está
fundamentalmente en el interior. De hombres y de mujeres. Y que,
particularmente en las mujeres, la belleza es una suerte de excusa para el
sometimiento. Nos llenan la cabeza con la tontería de ‘ser’ y ‘estar guapas’
desde la cuna. Es una condición para gustar. No para gustarse (en primera
opción) sino para gustar a otra persona. Y desde esa creencia, la de que la
belleza está en el interior, la belleza de lo exterior siempre me ha parecido
superfluo y una frivolidad.
Creo que en esto siempre ha influido mucho el que yo nunca
me he sentido guapa. En los papeles que nos toca vivir en esta vida, a mí me
tocó el de ‘niña lista’. Y ahí era donde
sentía que tenía que destacar. Ni era guapa, ni iba a serlo, así que ¿para qué
perder tiempo fingiendo que podía pretenderlo?
Luego vino la rebelión, y el encabronamiento. Si para
gustar había que ser una muñequita, pues mejor no gustarle a nadie. Lo que
siempre he visto una injusticia es que el mundo de las mujeres gire alrededor
de su belleza, de la que depende su aceptación y su atracción, y el de los
hombres no. ¿Para qué tantos esfuerzos, si ellos no se tienen que esforzar en
nada?
Así que me colgué la etiqueta de ‘poco presumida’ y ‘descuidada’. Soy la típica que sólo se pinta en las bodas
y fiestas muy especiales (a veces ni eso), que no se pone jamás una crema, que
casi nunca lleva tacones, que va a la peluquería una vez al año, con suerte, y
que compra ropa en su mayoría funcional y la imprescindible. La que piensa que con ir limpia ya basta. Austera y espartana J porque lo que importa, va por
dentro.
Bien. Pues el taller de Nohe me ha servido para tirar de un
hilo. Porque aunque yo estuviera conforme con mi forma de ser (claro!), algo no
acababa de cuadrarme. Porque aunque eso fuera lo que yo opinaba, a veces, me
pillo mirándome furtivamente en el espejo y diciéndome ‘Ya te vale’. En los
últimos tiempos, desde el nacimiento de mi hijo, he venido sufriendo un cambio
significativo. Un trabajo de aceptación de mi misma, de mi persona, de mi
imagen. Una especie de reconciliación. En un momento de mi vida en el que,
aparentemente, no necesito hacer ‘nada’ para gustar, porque ya conseguí
gustarle a alguien lo suficiente, descubrí que lo que necesitaba por fin era
gustarme a mí misma. Lo que no había hecho nunca, vamos.
Hace algunos meses, a raíz de una lectura que me gustó muchísimo,
“Las chicas buenas no toman postre”, y
el emotivo artículo de ‘Mamá entra en la foto’, me dije un gran ‘ya basta’.
Ya basta de no quererme, ya basta de no gustarme, ya basta de exigirme ser
quien no soy. Ya basta. He ido haciendo pequeñas compras, intentando hacerme
con prendas de colores y motivos alegres, y salir por fin del permanente ‘luto
de las gordas’. Me he cansado de ser invisible.
Pero claro, es un gran cambio, y los grandes cambios no se
dan de un día para otro. Había avanzado con la aceptación, con el cambio de
color (o sea, del no color al color)… pero seguía arrastrando el pesado lastre
de ‘yo es que no me arreglo’.
El taller de Nohemí me ha llevado a la conclusión de que arreglarse
para resaltar lo mejor que cada uno tenemos no es una frivolidad, sino casi una
necesidad. Porque todos necesitamos belleza, igual que necesitamos bondad. No
el concepto de belleza estereotipada que nos venden en los medios, pero sí
belleza. Armonía. Eso pasa por una buena salud, y un buen aspecto. Podemos ser muy buenas personas, pero lo que otros
perciben de nosotros a través de la imagen es mucho y muy importante también. Y
lo que percibimos nosotros acerca de nosotros mismos! Qué importante para
quienes trabajan o pasamos mucho tiempo en casa, quitarse el pijama, y tener aunque sea un mini ritual de cuidado…
J
Otra de las razones por la que en los últimos tiempos he
renegado aún más de la cosmética es porque no soporto echarme potingues con
montones de tóxicos. Uso pastilla lo más
ecológica y artesana posible, e igual con el champú, el dentífrico, el
desodorante… mi excusa para no echarme cremas era no ponerme mierdas, pero eso,
era una excusa, porque hoy existen buenas alternativas limpias y respetuosas
con el cuerpo. Así que he hecho una pequeña primera inversión y he comenzado por
lo más difícil para mí: el hábito J
cuando sólo tenía un maravilloso cacao de labios hecho por una amiga, empecé a
dármelo cada noche, antes de acostarme. Cuando tuve mi nueva hidratante,
también. Y así, poco a poco, espero ir poniendo en práctica los consejos que
saqué del taller.
Y comprendí que este cuidado no es sexista, ni exclusivo de
las mujeres. Querer destacar lo mejor de uno mismo no tiene sexo. Comprendí que el cuidado, y el mimo para con
una misma no tienen que ver con la obsesión ni por la moda, ni por la delgadez,
ni por la estética, que es lo que verdaderamente tiraniza a las mujeres y las
vacía de contenido.
Y desde aquí, finalmente, quiero volver a agradecerte Nohe
que me animaras a participar, porque esta reflexión me hacía mucha falta ;)
Gracias Caro por tu franqueza y por tu generosidad.
ResponderEliminarCon tu permiso me lo llevo al blog ♥♥♥
Y no eres la "lista", eres PRECIOSA
Pues entonces va a ser como el dicho inglés ese, de 'birds of a feather flock together' :)))) porque tú sí que eres lista y preciosa :*
ResponderEliminarme encantas!!
ResponderEliminar(Rut Er)
muchas gracias, corazón! :))))) el sentimiento es mutuo
Eliminar¿Sabes esa sensación de "Hostias, esto lo podría haber firmado yo", verdad? Aunque mi descuido, la verdad, es más por pereza que otra cosa...
ResponderEliminarcon lo poquito que te hace falta a ti para sacarte partido :)
Eliminar¡Qué tiempos aquellos! A mí me encandilaste desde el minuto cero. Tu voz, tu risa, tu transparencia, tu franqueza... Tu brillo. Seguro que esos " potingues" consiguen que todo el mundo sea capaz de verlo mejor.
ResponderEliminarAle,
Eliminarcuando leí estas palabras tuyas, hace ya una semana, me emocioné. Muchísimo, como no te puedes imaginar. Que una amiga querida te describa así... es que no tiene precio.
Yo no estoy acostumbrada a recibir muchos halagos, más allá de los de mi marido o mi familia, y me sigue sorprendiendo, fíjate qué triste, que alguien tenga una imagen tan bonita de mi.
Tres cosas:
GRACIAS <3
TE QUIERO MUCHO
SOMOS UN ESPEJO. Yo veo eso mismo en ti :)
"ya basta de exigirme ser quien no soy", muy buen consejo!
ResponderEliminarUn saludo!