Este post está dedicado a una de mis mejores amigas y a su bebé, llegado a este mundo hace poquitos días. Pienso en ellas muchísimo más de lo que se imaginan, sobre todo por el poco contacto que hemos tenido. Me da miedo pasar la línea entre apoyo y agobio, que ante una mamá reciente (da igual cuantas veces lo haya sido), es muy delgadita. Pero casi todos los días tengo un pensamiento para ellas, espero que estén bien y sepan salir airosas de estos primeros días que a menudo, son tan complicados.
También se lo dedico porque cuando sé que están pasando algún mal rato, yo también lo paso mal, y siento mucha impotencia de no poder estar más cerca y echar una mano... no para dar consejos (menuda experta de pacotilla estoy yo hecha!), sino sencillamente para hacer compañía, poder prepararle algo de comer, ponerle y quitarle alguna lavadora, entretener un rato a su otro pillín, cogerle a esa preciosidad nueva mientras ella se ducha, o duerme un poco... esas cosas que también me gustaría haber hecho por alguna otra mami más en su día... y yo no dejo de ofrecerme gustosa a quien me necesite y me tenga cerca.
Espero que sepas que te quiero muchísimo y que, como ya te he dicho alguna vez, aunque desde aquí te sea de poca utilidad, cuentes conmigo para lo que quieras.
"Una vez superada la mayor “escena temida” que acaparó nuestra atención durante varios meses, es decir, una vez que hemos transitado el parto, y según el bienestar o malestar, el buen o mal trato que hemos recibido, y según la calidad del encuentro que hemos logrado experimentar con nuestro bebé; aparecerá la siguiente “escena temida”, que es la llegada a casa. De regreso a nuestro hogar, nos encontramos con un bebé en brazos y un sinnúmero de consejos médicos y de los otros. La gran pregunta es cómo nos arreglaremos con ese niñito cuando no podamos calmarlo y no tengamos a quien pedir ayuda.
Si somos embarazadas primerizas, vale la pena saber que “lo peor” no es el parto sino lo que viene después. Y no lo digo para atemorizar a nadie, sino por el contrario, para que podamos prever que la asistencia física y emocional es imprescindible durante el puerperio.
Una madre no debería nunca estar sola con un niño en brazos. Toda madre puérpera merece compañía y sostén para sumergirse en las sensaciones oníricas del la fusión emocional con el bebé.
Hoy en día, sobre todo en las grandes ciudades, no contamos con una comunidad de mujeres que nos sostenga, nos avale, y nos acerque la sabiduría y la experiencia de las mujeres mayores. A veces no contamos con nuestras hermanas o tías; o sencillamente no las consideramos referentes valiosos dentro de nuestras búsquedas personales.
¿Pero qué tipo de compañía necesitamos? En todos los casos, la presencia de personas que no invadan con sus propios deseos o expectativas, el territorio emocional que compartimos con el bebé. Tampoco personas con ideas preconcebidas sobre lo que es correcto o incorrecto hacer con el niño, ya que esto nos sumará desconcierto y angustia cuando sólo tenemos que buscar dentro de nuestro corazón para encontrar una manera personal de relacionarnos con nuestro hijo.
En cualquier caso, una madre no puede entregarse a la demanda y a la desintegración psicológica que supone la atención de un bebé recién nacido, si no cuenta con personas sostenedoras, amorosas y sabias, en quienes delegar casi todos los aspectos del mundo material. A ellas les corresponde incitarnos a la introspección, a la conexión con nuestro hijo, al despojamiento de otras preocupaciones, y al florecimiento de nuestras intuiciones que nos harán comprender al niño pequeño gracias a la conexión con nuestra memoria filogenética. Es esa sabiduría intuitiva la que nos permitirá responder aceitadamente a las demandas del niño pequeño, porque sentiremos el mundo tal como él lo siente.
Encontrar a las personas adecuadas para que nos sostengan durante el primer período en casa, no es fácil. Tienen que ser capaces de observarnos sin juzgarnos, y poder “salir de la escena” para actuar sólo como facilitadores del vínculo que estamos desplegando madre e hijo, que será diferente en cada caso. Porque no importa si hacemos las cosas bien. Sólo importa que tengamos “vía libre” para el encuentro con nuestro ser más profundo, por lo tanto, con el ser que acaba de nacer. Las personas sostenedoras tienen que tener confianza en que cada relación va a encontrar su modalidad, pudiendo tener disponibles palabras amorosas para aliviarnos, diciéndonos que si escuchamos los mensajes del alma y actuamos según nuestras más íntimas creencias, encontraremos el modo de entendernos con nuestro hijo.
Estas personas sostenedoras tienen que cumplir el rol de protectores de la díada y al mismo tiempo de guardianes de los depredadores emocionales. La contradicción aparece cuando nuestros seres más queridos, a veces incluso nuestras propias parejas, se convierten en depredadores dentro de casa. Por miedo, por desconocimiento, o por atender razones externas bajo el temor de equivocarse, descreen de la naturalidad con la que cada una de nosotras conecta con el bebé, sobre todo si nuestro comportamiento parece raro o distinto a todo lo conocido hasta entonces. En estos casos, vale la pena buscar sostenedores que también comprendan y avalen las ambivalencias de un hombre desesperado que ha perdido sus parámetros habituales.
Históricamente las mujeres contábamos con “mujeres sabias” que conocían los misterios de la Maternidad, y que acompañaban a las mujeres y a sus familias en la integración de un niño pequeño que trastoca completamente todos los aspectos de la vida cotidiana. Hoy en día estamos obligadas a retomar la figura de la Madre Experimentada. A veces ese rol lo puede cumplir una doula. O una amiga generosa dispuesta a tolerar los humores cambiantes de una madre reciente. Incluso la pareja desde su rol de varón sostenedor, puede cumplir con la tarea de incentivar a la madre a ser genuinamente quien es, a despreocuparse por el mundo de las formas y a vivir intensamente los vericuetos emocionales del puerperio. Claro que se requiere un varón maduro, que no esté pendiente de lo que recibe en ese período, sino que pueda concentrarse en lo que tiene para ofrecer. Ya llegarán tiempos mejores.
En todos los casos, las madres no necesitamos consejos ni guías prácticas sobre cómo ser una buena madre y criar correctamente a los niños. Este es un aprendizaje interno, siempre y cuando “el afuera” esté acomodado. El puerperio es un período donde las señales provienen del ser interior, si damos lugar para que aparezcan.
El miedo que nos da llegar a casa, tiene que ver con la soledad -que sabemos de antemano- nos espera para devorarnos. O bien la certeza de ser efectivamente tragadas por personas que invaden nuestra vida cotidiana con consejos, recetas y juicios sobre nuestro devenir como madres. De este modo, vamos sintiéndonos cada vez más inútiles e infantilizadas, constatando que no sabemos asumir ciertas responsabilidades, con lo cual, el miedo a no saber qué hacer se acrecienta día a día. Así vamos dejando de lado nuestros recursos internos logrando lastimar el viaje hacia una maternidad consciente.
Llegar a casa con un bebé debería constituirse en un momento sagrado, lleno de respeto, silencio, y amor. Podemos asumirlo si contamos con personas maduras, experimentadas y respetuosas, deseosas de llevarnos de la mano por el camino del auto-descubrimiento personal a través de la maternidad."
(por Laura Gutman. Tomado del blog 'Por un parto respetado')
Imagen:
Pam Fox. http://www.paintingsilove.com/image/show/49519/mother-and-newborn
Cada día entiendo mejor el por qué de una doula, el por qué de su existir y su amoroso trabajo.
ResponderEliminarNo me imagino a nuestros ancestros viviendo, pariendo, criando, amamantando, compartiendo.... como lo hacemos (o no lo hacemos) ahora. Me imagino a la parturienta buscando refugio, lejos del jaleo de la tribu (quizás acompañada de otras hembras ya experimentadas) y tras el parto le daría a su bebé su pecho, quizás tranquila y quieta durante días tirando de sus "reservas" y luego iría buscando (con su pequeño siempre en brazos, cerca) la compañía de otras madres recientes que, seguramente, "organizarían" guarderías y trabajarían y cuidarían a sus retoños en equipo y nunca se sentirían solas, mientras que los niños se empaparían de la sabiduría "humana", balanceándose en los brazos de quien los portara.
No sé, yo me imagino algo así ¿no?
Algo parecido a las reuniones de Leche Mágica :DDDDD Pero llevado a cada ámbito de nuestras vidas, mientras paseamos, criamos, descansamos, trabajamos, dormimos, cocinamos, alimentamos, amamos... lo que pienso sería la verdadera "conciliación familia-trabajo" ¡Qué bueno! ¿A que si? :DD
ResponderEliminarEso mismito me imagino yo, Ale, eso mismito... :)
ResponderEliminarCuánto más fácil sería todo, verdad?
Mujeres de buena voluntad, madres o no, ayudándose unas a otras... si tan sólo supiéramos sacar tiempo para ello... y pidiéramos vivir más cerquita unas de otras.
Y sí, yo también voy entendiendo mejor el por qué de las doulas :)
Un beso, guapetona (ayer te eché de menos!)
Me ha gustado lo de "ante una mamá reciente (da igual cuantas veces lo haya sido)"
ResponderEliminarPues en mi caso, tal vez tambien la lejania de la familia tambien haría algo, pero con mi tercero me sentí muy abandonada.
Es una pena que perdieramos esa grandeza de relacion y apoyo, que teniamos en la antiguedad. En cuanto a las doulas... asi como los grupos de apoyo, pienso que estan en proceso de crecimiento y cada vez tendrán mas aceptación.
Pues yo creo que a las mujeres nos ha jugado una mala pasada la historia, escrita por hombres, en la que aparecemos como seres de poco fiar (brujas) (que es otra manera de llamar a las mujeres que tenían conocimientos sobre las hierbas y curaciones naturales), nos creímos ese bulo, hasta el punto que hoy en día se sigue oyendo el comentario de que entre nosotras nos llevamos mal, que mejor trabajar con hombres, que con mujeres, que somos más "problemáticas", más "brujas". Lo más fuerte es que esos comentarios también parten de nosotras. Nos lo hemos creído. A través de la maternidad, he descubierto el poder que tiene una mujer, la fuerza, la buena voluntad, las ganas de ayudar, desde el momento que descubres que estás conectada con el Universo a través de esa pequeña vida que surge a través de ti. Somos sabias, todas, y cuando volvamos a encontrarnos a nosotras mismas, y con ello la generosidad de dar, entonces, no necesitaremos doulas, porque todas lo seremos; pero mientras tanto bienvenidas, bienhalladas esas mujeres generosas llamadas doulas.
ResponderEliminarYo si que os eché de menos... como cada vez que me quedo "en tierra".
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con todos vuestros comentarios, chicas.
Besos.
Magda,
ResponderEliminarmucho me temo que ese sensación de sentirse 'abandonada'nos ha sido común a muchas... muchísimas. Es de lo más triste, pensar que entre tanta gente que conozcas nadie pueda echarte una mano. Todos estamos muy ocupados, todos tenemos mucho que hacer... y sucede con frecuencia que el que estaría dispuesto a hacerlo (porque tiene tiempo, o lo sacrificaria por tí), está a chiquicientos kilómetros :( es el sentimiento que más odio que sintamos las madres: soledad.
Y estoy de acuerdo con todas en el enorme papel de las doulas... que a mi también me parece muy necesario ante la falta de mayor red solidaria entre mujeres.
Socmare, fíjate que a mi me encanta ser mujer, y disfrutar de la naturaleza de nuestro género... he llegado a tener las inquietudes que tengo gracias a mujeres impresionantes que han pasado por mi vida, y cada una me ha ido dejando una miguita que recoger... pero yo sí soy de las que siempre han tenido más amigos que amigas. Porque si bien es cierto que me he encontrado mujeres fabulosas en mi vida, no es menos cierto que doblan, y triplican, las que me han parecido unas cretinas. Criticonas, envidiosas,mezquinas, vanidosas, superficiales... y que ante una oportunidad que brinda la vida como es la de ser madre, de crecimiento personal, ellas siguen siendo igual de criticonas, envidiosas, mezquinas, vanidosas y superficiales. Cuando era jovencita, con mis amigos (chicos) siempre me sentí aceptada, y por lo que era, no por lo que parecía. Podía hablar de más cosas que de chicos, ropa y maquillaje (cosas que durante años -y yo diría que aún ahora- me importaban un comino). Pero esto es sólo un testimonio personal, y quizás solo haya sido mala suerte. Ojalá y tu tengas razón, y todas, o al menos la mayoría, seamos sabias...
¡Ala! Es verdad, yo también rodeada de chicos en mi panda de adolescencia ¿Será casualidad? Y yo también pasando de modelitos... ¿Será antes el huevo o la gallina? Mi madre siempre me animó mucho, ella siempre defendió la amistad sea entre quienes sean, y en contra de algunas opiniones de gente muy cercana, siempre defendió muy especialmente la amistad entre personas de distino género (quizás antes estas cosas tan normales había que "defenderlas" tal y como ahora tenemos que defender la lactancia materna y demás)A mi la amistad masculina , la verdad , es que me ha aportado mucho. Valores muy sólidos e importantes para mí.
ResponderEliminarJope, nos hemos desviado algo del tema inicial :DDDD
Cada vez me veo mas identificada, jajaja
ResponderEliminarAqui otra que crecio entre chicos, me sentia mas agusto, menos juzgada, si bien la pocas amigas que tenia en la infancia siguen siendo grandes amigas.
Absolutamente de acuerdo en lo de no deber estar solas. Afortunadamente yo tuve una ayuda inmensa en mi madre, que repetía continuamente que la mamá de recién nacido también necesitaba que la cuidaran a ella.
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarHemos hablado del blog en nuestro resumen semanal de blogs de papás y mamás en Bebés y más.
Puedes verlo en Blogs de papás y mamás (IV)
Nos leemos, un saludo
Lola R- Editora y coordinadora de Bebés y más