La semana pasada fue una semana muy especial por muchos y variados motivos, pero en el post de hoy sólo me voy a centrar en uno: he comenzado a practicar danza del vientre :)
Llevaba varios años anhelando hacerlo, pero unas veces no tenía tiempo, y en otras el precio era exageradamente caro… pero nada llega antes ni después, sino en el justo momento :) AHORA.
Cuando era pequeña, era una niña muy poco activa. O esa es la visión que me he creído (me han hecho creer) de mi misma. Me encantaba leer, escribir, dibujar, jugar con mis muñecas… pero por supuesto que me gustaba andar en bici, y hacía muchas excursioncillas con los amigos. Recuerdo me encantaban el tenis y el badminton, hacíamos unos torneos increíbles, grandes y peques, en el patio. Pero no me gustaban nada los deportes de equipo, ni fútbol, ni baloncesto, ni voley ni nada eso. Y odiaba las clases de gimnasia del cole con toda mi alma. Que generalmente consistían en hacernos correr hasta reventar mientras que el listo de profe de turno estaba sentado viendo las moscas o leyendo el periódico. Y yo odiaba, y odio, correr. Siempre iba de las últimas. No contenta con tener que escuchar el graciosísimo ‘venga, que te pesa el culo'! , desarrollé bien pronto unas tetas que casi nadie tenía, con su correspondiente incomodidad y vergüenza. Forcé la máquina todo lo que pude, exploté hasta el infinito un dolor de espalda (supongo que el normal del crecimiento) para conseguir una exención. Y la conseguí. Me sentía contenta y feliz de no tener que seguir aguantando la tortura y la incoherencia de una mal llamada ‘educación física’. Pero aquello afianzó mi idea de que yo NO VALÍA para hacer ejercicio. Durante muchísimos años pensé que era una seta, y una vaga. Hasta que llegué a la universidad.
Animada por una de mis mejores amigas, me apunté a aerobic, y descubrí que me encantaba hacer ejercicio. Me gustaba el beneficio físico que me reportaba, sobre todo. Lo ágil que me sentía, lo bien que dormía, lo mucho más animada que estaba :) y a partir de ahí, también hice bailes de salón durante un tiempo, íbamos a clases gratis de bailes latinos… y cuando estuve en EEUU, me apunté a baile irlandés desde que llegué, y era un ejercicio extenuante pero bellísimo, que me encanta (como imaginaréis, soy fan absoluta de Riverdance). Siempre he adorado bailar, lo que sea. También hice más bailes de salón, afroaerobic (que era super divertido y cañerísimo!), y aquaerobic (la mejor variante de fitness que he probado nunca). Cuando no estaba en clases, generalmente estaba en la piscina o en el gimnasio. Volví sin un gramo de más de allí, y eso que comía como una bestia :) y seguí haciendo aerobic de forma regular. Sólo lo dejé durante una temporada que trabajaba mañana y tarde y nunca tenía tiempo ni ganas.
Desde que nació Mateo he estado echando de menos tener una ‘rutina’ de ejercicio físico, pues casi hasta entonces, la había tenido. Cuando pasó lo peor del embarazo no comencé ninguna actividad ‘especial para embarazadas’. Me planteé el yoga, y de hecho probé una clase. Pero no era la clase que esperaba para una embarazada, y un oportuno catarro y una oportuna lumbalgia me ‘ayudaron’ a no volver. Eso sí, me pegaba unas palizas tremendas andando. Anduve lo que no está en los escritos. Vivía en una ciudad de la que se puede disfrutar a pie, y lo hacía. Excepto a la compra grande semanal, iba andando a todos lados, y me encantaba. La vecinas se reían, y cuando me veían salir o llegar, me decían que no había niño más ‘paseao’ sin haber nacido todavía :)
Cuando nació Mateo, todo se complicó un poco más. Porque, como ya he explicado en alguna ocasión, después de los primeros quince días empezó a odiar el carrito a muerte, y nosotros aún ni sabíamos lo que era un portabebé. Cuando los descubrimos, y más aún, descubrimos que por supuesto, no era un ingenio para llevarle/calmarle por casa, sino que era un buen sustituto del carrito, volvimos a disfrutar de la calle. Pero ya ni con silla ni con portabebés los paseos eran ni lo largos ni lo contundentes que habían sido hasta entonces, y yo empezaba a notar que perdía fuelle. Hacer ejercicio en casa sola siempre me había parecido altamente ‘desmotivante’, y aunque tenemos bici estática, yo la había usado más por obligación que por devoción. Tampoco veía claro el momento, pues mi hijo necesitaba de nosotros constantemente, no dormía mucho durante el día y no tenía quien se encargara un ratito de él. A excepción de su padre, cuando volvía de trabajar. Y entonces a mi también me apetecía estar con él, y salir aunque fuera a dar un paseíto chico, mucho más que subirme a una bici que no va a ninguna parte :( …
En este tiempo, mi cuerpo ha ganado kilos, debido a la falta de lactancia y de actividad de física. Podría haberme matado de hambre o probar mil y una dietas inútiles, ya que no estaba lactando, pero no es mi estilo. Lo más importante, es que he perdido agilidad. El porteo me ha proporcionado bastante resistencia en los músculos de las piernas y la espalda, pero no se le puede pedir más. Todo mi cuerpo clamaba por una actividad física habitual. Y ahora resulta que nos mudamos a un barrio, a una ciudad, donde veo con horror que dependo para todo del coche o del autobús… menudo mosqueo. Hasta que la visión del extenso carril bici me hace retomar la querida idea de tener una bici de paseo, una de esas preciosas bicis urbanas clásicas. El papá de Mateo ya hace casi tres años que va al trabajo en bici, y aquí también puede. Quizá no está todo perdido con este cambio. Y hace un mes, como regalo de reyes, adquirimos a Negrita, mi nueva Orbea de color chocolate. Que tiene una cesta, un timbre chulísimo y una sillita para Mateo. Y desde entonces, todos los días que el tiempo lo permite, por las tardes salimos con ella: a hacer recados, a tomar café, a conocer otras partes de la ciudad. Me trae recuerdos de aquellos meses que vivimos en Cambridge, cuando no teníamos coche, e íbamos con nuestras bicicletillas de segunda mano a todas partes (menudas compracas que nos hacíamos en el Tesco!) :)))))))
Y por último, un deseo lanzado al Universo, como diría otra gran amiga mía, viene respondido. Mi prima me dice que en el gimnasio del barrio hay un grupito de danza del vientre. Y me veo empezando a aprender el baile de todos los bailes. El baile más femenino y sensual que existe. Coincide en el tiempo con la lectura de este libro (Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer) y con la participación en un estudio sobre el útero, que implica concienciación de la existencia de este órgano y su relajación, y por ende, de todo ‘el área circundante’ :) y siento que es el momento adecuado para aprender/practicar este baile. Mi niño tiene casi dos añitos, y puedo despegarme un poquito más de él. Su padre está encantado de que encuentre ‘este momento/espacio’ solo para mi, porque sabe lo mucho que lo necesito. También es el momento de mi vida en que ya no lo hago por el interés de resultar atractiva a otro, como si hiciera un striptease. El momento de mi vida en que lo hago para mi, sólo rodeada de otras mujeres, lejos de la vista de los demás, disfrutando yo sola de toda esa sensualidad. Enfrentándome a un espejo que me devuelve una imagen que no es la ‘prototípica’ de una bailarina (y que esta danza no exige), pero que ahora acepto más fácilmente y amo. Soy yo. Esa soy yo :) esa yo mucho más madura, y más sabia, que comprende cosas que hace diez años sólo sospechaba. Empiezo a vivir para mi, y lo que yo creo de mi, y no lo que piensen los demás. Y es tan liberador…. :)
Porque aún a día de hoy, a la gente le cuesta creer que me gusta hacer ejercicio. Guiándose, como en la última ocasión, estos días, sola y únicamente en mi aspecto físico. Si no tienes pinta de atleta, si no estás delgado y fibroso, todo el mundo asume que eres una ‘couch potato’. Y esto me ha llevado a que yo misma he llevado durante años esa ‘asunción’ sobre mí durante años. Me ha hecho pensar de nuevo en las etiquetas que arrastramos, y el mucho mal que nos hacen. De nuevo he pensado cuántos niños y niñas a día de hoy seguirán pensando que ‘no valen’ porque no responden al patrón físico, o no les gustan las actividades ‘prototipo’, y pasarán años sin descubrir el beneficio de practicar una actividad por esa limitación impuesta desde fuera y desde dentro. Ojalá sepamos romper esas cadenas, para nosotros, y la de los pequeños que nos rodean.
Aquí os dejo una foto que me he encontrado de mujeres reales (y de niños!!!) que se benefician de este EJERCICIO :))))))))
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